En la cena del domingo, una chica italiana con aspecto de ratoncito que la noche anterior nos había dejado sin palabras con su actuación en la obra de teatro "Synapsis Onboard" comentaba que en una visita a su psicoanalista, esta le había pedido que le relatase su día desde el momento en que había sentado frente a ella hasta su primer recuerdo tras abrir los ojos aquella mañana. Un ejercicio de memoria en la mejor tradición postmodernista, volver del revés el calcetín del tiempo que yo voy a practicar para, a grandes rasgos, contaros mi experiencia en Italia. Empezamos, pues, con el día de ayer.
Me despierto a las siete y media con el sonido de la alarma del móvil, cuya pantalla ilumina de azul la habitación. En la cama de al lado, mi Epi particular disfruta de unos minutos más de sueño mientras me levanto y me ducho. Decido no llevarme peso extra y utilizo mis últimas reservas de gel, a cuyo olor dulce no termino de acostumbrarme. Me visto, opto por no ponerme las lentillas porque cuento con echar cabezaditas en el tren y en el avión, y salgo de la habitación procurando hacer el menor ruido posible. Tras el mostrador me atiende el recepcionista agradable, que parece haber olvidado todo el inglés que sabía. Llega G., mi salvadora. No entiende muy bien inglés, pero consigo que le pida al recepcionista un taxi para dentro de media hora. No podemos compartir el taxi con ella, lo cual me apena porque es un encanto y espero seguir en contacto con ella. Desayuno un croissant con Nutella, zumo de pomelo y un café con leche. Llega B., resucitada tras la ducha, y nos sentamos. La tranquilizo asegurándole que gracias a G. un taxi nos espera en quince minutos. A mi lado, el chico que se especializa en crítica cinematográfica me comenta que la selección de películas para la presentación del domingo no le había hecho muy feliz. Disfrutamos del silencio de la primera media hora de desayuno. Nos despedimos de uno de los organizadores, que pasa por allí en dirección a su mesa. A las ocho y cuarto en recepción con L. y la chica croata de nombre impronunciable. Preguntamos al recepcionista cuándo llegará nuestro taxi y su cara de sorpresa anticipa una respuesta inesperada. Para mi consternación, porque habíamos acordado que yo me encargaba de arreglar lo del taxi, nos dice que no ha llamado a ninguno porque espera confirmación de alguno de nosotros. Telefonea a Radio Taxi Siena y nos asegura, con toda la calma del mundo, que en diez minutos estaremos camino a Siena. ¿Se hace cargo, me pregunto -la sangre hirviendo en las sienes-, de que tenemos que coger un tren a Pisa para volar de vuelta a Madrid en apenas cinco horas, y que cualquier retraso puede suponer un desastre?
Me he extendido mucho, lo sé. Todo está aún muy fresco (del lunes anterior apenas recuerdo nada). Mañana o pasado os cuento cómo llegamos a la estación de Siena y lo que allí ocurrió.
2 years ago
3 comments:
Rutina?? si parece un relato corto!! Yo quiero saber mas cosas de Italia.
Bislama
Tienes razón, no era el título más adecuado, pero así me sentía en aquel momento: hundiéndome de nuevo en la rutina como en un día gris con unas nubes lejanas, eso sí, amenazando tormenta. Y por supuesto, llegará el momento en esta extraña cuenta atrás en que cuente mis paseos por Florencia o lo que sentí al ver el conjunto del Duomo de Pisa desde lo alto del Campanile (resulta que sí se podía subir a la torre... por el módico precio de quince euros). Por mi parte, pido, no, exijo, que nos cuentes más sobre Túnez. Bicos (¿a que suena a galletita?).
Mmmmm zumo de pomelo... ¿os podéis creer que hasta este verano nunca había probado un pomelo? Y cuando lo probé me dije "¡una mermelada de esto tiene que estar buenísima!"
Llevo ya dos años diciendo que quiero hacer pineapoljam, a ver si con la llegada del tiempo libre me pongo a ello :)
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