Friday, September 29, 2006

Críptica

Eso pensaba ayer al releer mi entrada, y es que tengo la mala costumbre de no repasar nunca en busca de errores gramaticales o fallos de concordancia. Ignorad los que he encontrado y los que encontréis por vuestra cuenta y quedaos con el mensaje. Feeling quite under the weather today, don´t know why. Humor cambiante, lo llaman.
Besos a todos.

Thursday, September 28, 2006

Cuando te vea te via comer to lo negro o, Reflexiones al cumplir los 26

Si alguna vez venís a visitarme a Cacabelos y os llevo de paseo por los alrededores (L. no tuvo esa suerte), tal vez nos encontremos una casita peculiar en uno de los caminos secundarios, pintada de unos colores que mi madre se empeña en calificar de extravagantes -porque los dueños decidieron evitar el blanco y el amarillo yema de huevo en un entorno en que - y con una veleta que siempre me hace sonreír, por negros que sean mis pensamientos. ¿Y esto, os preguntaréis, a qué viene? He tomado dos decisiones respecto a este blog: una, abandonar mi propósito de contaros mi semana en Italia, porque mi amor por el detalle empezaba a rozar el absurdo. Y dos: N., me ha confesado que, si de verdad quiero dejar atrás mi imagen de histérica que se deja llevar por el pesimismo, el negro no es una buena tarjeta de presentación (creo que L. me había hecho una observación parecida). Sigo pensando, con todo, que más importante que dejar atrás mi negatividad crónica es ser fiel a mí misma: el negro es elegante y va conmigo -que son dos proposiciones que no están necesariamente en relación de condición, ¿eh?-, así que, niñas, lamento que os deprima pero la plantilla se queda.
Veintiséis. Suena serio. Así que, como le comentaba a N., dejo atrás "mi primera juventud". ¿Mi deseo al soplar las velas imaginarias? Dejar de perderme -tanto-en ensoñaciones y vivir el presente, ese "punto imaginario". Luigi nunca leerá esto, pero espero que se encuentre con alguien que le enseñe que, cuando se habla del tiempo, las teorías carecen de importancia.

"Ahora estoy echando un lugar hacia fuera
estoy tratando de ponerlo encima de ahí
encima del espacio donde no estás
a ver si de tanto hacer fuerza, de tanto hacer fuerza
te apareces ahí sonriente, otra vez"
Óscar Hahn


Para cuando Internet no es suficiente. Besos a todos, y porciones de mi tarta imaginaria.

Wednesday, September 27, 2006

From Siena to León (II)

El taxi llega a las ocho y veinticinco, dejándonos un margen de veinticinco minutos para llegar a la estación, comprar el billete, etc. Llueve sobre una Toscana verde en la que todavía no se ha instalado el otoño. Nos cruzamos con niños con cara de sueño y con abuelos que, pese al cielo gris y la lluvia fina y persistente sacan el cochecito con el nieto o nieta enfundados en sudaderas con capucha en miniatura. Riquísimos, pienso, y como siempre mi subconsciente añade "dijo el ogro", en una broma que mi original cerebro no se cansa de repetirme. Llegamos, pues, a la estación de Siena, donde descubrimos que el tren lleva media hora de retraso. Optamos por esperar veinte minutos para el de las nueve y dieciocho (decisión acertada, ya que al llegar a Siena el tren de las ocho cincuenta llevaba un retraso de noventa minutos, según los monitores). Nos encontramos con G., la chica italiana que me había echado una mano con lo del taxi: nos acompañará hasta Empoli, aunque el sueño podrá con ella y se dormirá a los pocos minutos de subir al tren. Hacemos tiempo en el andén. B. y L. discuten sobre cómo la mayoría de las culturas conocidas representan el tiempo como una línea en que un punto imaginario, el presente, divide el pasado, lo que dejamos atrás, del futuro, lo que está por venir, y sobre cómo Derrida ha rechazado por absurda esta representación (¿cómo puede extenderse ante nuestra vista el futuro impredecible?) y presentado como alternativa otra línea temporal en que un sujeto caminaría "hacia atrás", es decir, contemplando el pasado y con un futuro incierto a la espalda donde se encamina. Para mis adentros me pregunto cuánto tardaré en poder mantener una conversación insulsa e intrascendente. B. me pregunta qué tribu del Amazonas carece de distinción de tiempos verbales. Sin mucha convicción respondo que los hopi (¿alguien se anima con el Google?).
Me doy cuenta de que esto se eterniza, así que recurriré a unas cuantas notas del viaje Pisa-Madrid.
Nos despedimos de L., quien en todos estos días no ha aprendido a pronunciar nuestra "r".
Taxi hasta el aeropuerto. Lo compartimos con una chica catalana que hemos conocido haciendo cola.
Aeropuerto. Check-in sin novedades. Curioseo por las tiendas. Veo El País en un kiosko y no resisto la tentación de comprarlo (luego nos lo ofrecerán en el avión).
Avión. Duermo unos minutos. Turbulencias. Me leo el periódico de arriba a abajo, incluida la sección deportiva (¿qué demonios le ha pasado a Darío Silva?). Nos sirven un pescado à la Iberia. Disfruto, sin embargo, del pan (nota: el pan en Italia, al menos en Siena, lo preparan muy, pero que muy soso). Estamos al lado del baño y maldigo a todos y cada uno de los inocentes que a lo largo del vuelo se ven en la necesidad de utilizarlo.
Terminal 4. Misma puerta de entrada que de embarque siete días antes. Sensación de ciclo que se cierra. Conecto el móvil. Autobús a la Terminal 2. Sol deslumbrante, todos en mangas de camisa.
Metro. Bochorno. Es curioso cómo la gente evita mi mirada. ¿Les hago sentirse incómodos? Se sube un niño de unos siete años silbando ni más ni menos que la Cabalgata de las Walkirias. Me hace tanta gracia que le sonrío, lo que lo descoloca (falta de costumbre, supongo).
Autobús a León. Por los pelos. Por fin puedo desentenderme del póster del David. B. me deja "The Visit", obrita de teatro de un autor que ahora no recuerdo, pero que me encanta. El último tramo, después de miles de kilómetros, se eterniza.
A las diez, por fin, en casa. Ceno pan con chocolate por cortesía de C. Cuando ella llega del trabajo, nos ponemos al día de nuestras respectivas semanas (qué bien sentir que alguien te echa de menos). Me meto en la cama con un libro de Matilde Asensi que se ha desinflado desde la página 100. Se me cierran los ojos a las doce y media y no recuerdo cómo consigo dejar el libro en la mesita y apagar la luz. Literalmente me desconecto hasta el día siguiente.
Sacvan Bercovitch y sus comentarios sobre el Puritanismo en Nueva Inglaterra reclaman mi compañía, así que aparco la narración hasta otro día. Espero aprender a subir fotos pronto.

Tuesday, September 26, 2006

Rutina, rutina, rutina

En la cena del domingo, una chica italiana con aspecto de ratoncito que la noche anterior nos había dejado sin palabras con su actuación en la obra de teatro "Synapsis Onboard" comentaba que en una visita a su psicoanalista, esta le había pedido que le relatase su día desde el momento en que había sentado frente a ella hasta su primer recuerdo tras abrir los ojos aquella mañana. Un ejercicio de memoria en la mejor tradición postmodernista, volver del revés el calcetín del tiempo que yo voy a practicar para, a grandes rasgos, contaros mi experiencia en Italia. Empezamos, pues, con el día de ayer.

Me despierto a las siete y media con el sonido de la alarma del móvil, cuya pantalla ilumina de azul la habitación. En la cama de al lado, mi Epi particular disfruta de unos minutos más de sueño mientras me levanto y me ducho. Decido no llevarme peso extra y utilizo mis últimas reservas de gel, a cuyo olor dulce no termino de acostumbrarme. Me visto, opto por no ponerme las lentillas porque cuento con echar cabezaditas en el tren y en el avión, y salgo de la habitación procurando hacer el menor ruido posible. Tras el mostrador me atiende el recepcionista agradable, que parece haber olvidado todo el inglés que sabía. Llega G., mi salvadora. No entiende muy bien inglés, pero consigo que le pida al recepcionista un taxi para dentro de media hora. No podemos compartir el taxi con ella, lo cual me apena porque es un encanto y espero seguir en contacto con ella. Desayuno un croissant con Nutella, zumo de pomelo y un café con leche. Llega B., resucitada tras la ducha, y nos sentamos. La tranquilizo asegurándole que gracias a G. un taxi nos espera en quince minutos. A mi lado, el chico que se especializa en crítica cinematográfica me comenta que la selección de películas para la presentación del domingo no le había hecho muy feliz. Disfrutamos del silencio de la primera media hora de desayuno. Nos despedimos de uno de los organizadores, que pasa por allí en dirección a su mesa. A las ocho y cuarto en recepción con L. y la chica croata de nombre impronunciable. Preguntamos al recepcionista cuándo llegará nuestro taxi y su cara de sorpresa anticipa una respuesta inesperada. Para mi consternación, porque habíamos acordado que yo me encargaba de arreglar lo del taxi, nos dice que no ha llamado a ninguno porque espera confirmación de alguno de nosotros. Telefonea a Radio Taxi Siena y nos asegura, con toda la calma del mundo, que en diez minutos estaremos camino a Siena. ¿Se hace cargo, me pregunto -la sangre hirviendo en las sienes-, de que tenemos que coger un tren a Pisa para volar de vuelta a Madrid en apenas cinco horas, y que cualquier retraso puede suponer un desastre?
Me he extendido mucho, lo sé. Todo está aún muy fresco (del lunes anterior apenas recuerdo nada). Mañana o pasado os cuento cómo llegamos a la estación de Siena y lo que allí ocurrió.

Friday, September 15, 2006

Certosa di Pontignano

Entrando en la barrera de las últimas setenta y dos horas antes de emprender vuelo hacia Pisa, donde ejerceré de turista y me sacaré la foto de marras sujetando la torre. Me encantaría subir por su escalera de caracol inclinada (casi puedo sentir el malestar, que no mareo, que sentiría al ascender), pero me temo que ya no lo permiten. Supongo que ese paseo por Pisa será la única oportunidad que B. y yo tendremos para empaparnos de la cultura italiana, antes de "exiliarnos" en Pontignano. No exagero. Buscadlo en el mapa (¡suerte!).
Lo correcto sería preguntaros qué queréis que os traiga de Italia, pero dado el maltrecho estado de mis finanzas, me temo que tendríais que conformaros con un spaghetti (¿spelling, L.?).
Me he duchado con Sabina esta mañana, revelación que a mis compañeras de piso, que me ven arrastrar el lector de CDs de aquí para allá, ya no les sorprende ni escandaliza (no como a vosotros), y he reflexionado sobre las siguientes líneas:

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver

Siempre me había resultado una letra cargada de melancolía bien llevada, pero hoy, tal vez porque exudo un optimismo inusual, he pensado que lo que pretende el tío Joaquín es advertirnos de que la felicidad no se encuentra en un espacio físico, sino mental. Así que, niños y niñas, si queréis ser felices, estad predispuestos a ello. Y dejo el tono de manual de autoayuda.
Después de la insinuación sobre mis aventuras matutinas en la ducha lo de tío Joaquín suena incestuoso, de acuerdo, pero, ¿no os parece que da el perfil de tío canalla, cuyas barbaridades se comentan en voz baja en las comidas familiares, delante del que con quince años podías fumar y el que te invita a tu primera cerveza? ¿Ese del que tu padre comentaría con envidia: "Qué cabrón, Joaquín... Qué vida ha llevado"?

Más a la vuelta. Si tenéis oportunidad, escuchad al tito.

Wednesday, September 13, 2006

In girum imus nocte et consumimur igni

"Damos vueltas en la noche y el fuego nos consume". Decía cierta "persona" que todos mis amigos eran frikis, en el sentido despectivo del término, con mirada compungida incluida. Yo los adoro, con sus rarezas y/o pese a su normalidad. Metida en harina republicana, trato de decidir si me habría unido a las filas "negritistas" o "prietistas" y si el oro de Moscú tiene algo que ver con el tesoro del Vita. Os contaría algo divertido -sabéis que tengo un punto payaso- pero estos días no tengo muchas oportunidades para reírme. De todas maneras, os recomiendo en Youtube el vídeo de Teenie Weenie, futura estrella del pop (the most versatile singer in our generation).

Monday, September 11, 2006

Lunes, 11 de septiembre

De los entrevistados en una encuesta en EEUU, el 99.7% recordaba lo que estaba haciendo en el momento del atentado. Yo me acuerdo del calor, la luz del sol, la sensación de irrealidad, el olor a cloro todavía en mi piel, la comida en el plato, como si por un instante todo se hubiese suspendido; la voz de Àngels Barcelò (o Ángels Barceló) cuando el segundo avión impactó y creyó durante tres segundos que se trataba de la repetición de imágenes del primer choque. Aquel día todo cambió y durante unas horas los occidentales supimos lo que significaba estar al otro lado. Fuimos, por una vez, las víctimas de la incredulidad, el horror y la incertidumbre. Y en vez de reflexionar sobre por qué un hombre de treinta años no dudó en lanzarse en un avión con cientos de personas contra una torre con miles de ellas, nos involucraron en esta guerra sin sentido y sin visos hoy día de terminar.
¿Tenemos solución o tendrán (¿tendremos?) que extirparnos de la faz de la tierra como un cáncer?
Ayer regalaban con el periódico un DVD con el corto de Salvador Puig Antich (protagonista, Daniel BRÜHL... Este chico me persigue, y ojalá lo hiciese en el sentido literal del término) y como he decidido poner fin a mi etapa "Voy al cine para entretenerme, no para sufrir o pensar", la veré en cuanto vuelva de Italia (bittersweet, mixed feelings about going there). Ah, y la organización de las universidades españolas no dejará nunca de sorprenderme. Más en próximas entregas.

Sunday, September 10, 2006

Odio los domingos (y a Peter Pan)

Llevo dos horas escribiendo y borrando, mordiéndome las uñas y contemplando la pantalla con la vista perdida. Todos los síntomas de un bloqueo, yo creo que provocado por el sopor que inspira una tarde de domingo, así que creo que saldré a dar un paseo con el propósito de despejarme la mente y el alma (he consultado mi cuenta de correo como doscientas veces este fin de semana, a la espera de un mail que confirme que desde hace unos diez días hay otra persona en el mundo que no se explica por qué no recibo medicación y tratamiento psiquiátrico). Si consigo aclarar mis ideas en una hora, todavía me quedarán dos para desbarrar sobre los buenos de W y S, quienes, en un planteamiento aberrante del espacio y tiempo, sienten que un escalofrío anticipado recorre sus espaldas cada vez que los menciono. Brilla el sol. No en mi habitación.
Para mis amigos tristes y desesperados. Y para L., que me inspira.

Saqué la basura y pensé "en realidad la basura me saca a mí"
No hay en el mundo una mierda más grande que yo
Mi vida es patética y me dice un perro "¿por qué te has puesto gris?"
No hay en mi vida alegría ni redención

Pero al dar vuelta la esquina apareció la policía
Y se escuchaba en las noticias "manifestación contra la depresión"
Y una pancarta enorme que decía: "Andrés, capullo, quiero un hijo tuyo"
Y os tengo que contar todo lo que había:
Estaban los hijos de los hijos que un día tendré
Y todos mis maridos diciendo "sí, quiero"
Y estaba mi madre que me sigue de cerca desde el cielo
El rabino que dejé olvidado en Jerusalén
Los teléfonos que se perdieron

El roble que plantó mi madre cuando nací
Un álbum de fotos en que salgo bien
Y cuando vi que todos mis amigos estaba allí
de pronto mis penas echaron a correr
explotaron y alzaron el vuelo
y no sé deciros a dónde se fueron ...
http://www.andreslewin.com/canciones.php?id=20

Hum...

Segundo intento de entrar a formar parte de la comunidad de blogueros o bloguistas, segundo monumento al egocentrismo, al análisis de mis pequeñas anécdotas, que algunos encontrarán interesantes y la inmensa mayoría, no. Diez de septiembre, mes que me gusta porque es el de los propósitos, el mes del olor a libros nuevos, el de estrenar, aunque se trate de una ilusión caduca, una personalidad a la medida de nuestra imaginación y no la de la realidad, que, por cierto y siento desilusionaros, acaba ganando todas las batallas. L. parte hoy a tierras tunecinas y voy a echar de menos su lucidez, las collejas mentales que de vez en cuando me soltaba para hacerme bajar de la luna, e incluso esos momentos en que te dejaba con la palabra en la boca y ganas de lanzarle algo a la cabeza. A A. le han dado plaza en algún lugar de La Mancha, así que tampoco lo tendré cerca (no físicamente, al menos), lo que no impide que me alegre por él y piense en la suerte que tienen los jodidos críos del instituto en el que vaya a dar clase. Son mis despedidas de septiembre y ya los echo en falta.
Ayer vi Cargo, protagonizada por Daniel Bruhl (no estoy segura de la ortografía, haber dejado alemán tras aprobar primero es lo que tiene) como me gusta ver ese tipo de películas, esto es, sola y con las luces apagadas. Inquietante, dolorosa, con un hilo de plata resplandeciendo al final.