No conozco la historia del edificio en que se va a desarrollar la mayor parte de mi trabajo (básicamente, leer y tomar notas, para sorpresa - "Is that all?"- de mis caseros), aunque la primera anécdota que me contaron no resulta demasiado alentadora: "¿Sabes?, Hitler habría establecido en este edificio su cuartel general si la invasión de Gran Bretaña hubiera tenido éxito ". Adjunto foto para que apreciéis el estilo fascistoide de The Senate House, tan admirado por el dictador alemán (it seems), donde se ubica la biblioteca en cuyos catálogos me sumerjo mañana sí y mañana también.
El ala este (por mi entrada, desconozco si se trata de la principal... En cuyo caso, puede que os esté mintiendo y se trate del ala oeste... En fin) se encuentra cerrada por obras, lo que obliga a estudiantes e investigadores (voy a limitarme a deciros que gracias a mí ha descendido la media de edad de este grupo... A la venerable edad de muchos de estos admirables hombres y mujeres - a quienes he sujetado la puerta para que pudieran pasar con su andador o bastón-, muchos titulares de Universidad en España llevan quince años de dorada jubilación)... Qué confuso, dejad que vuelva al principio.
El ala este, como decía, está en obras, de modo que los usuarios de la biblioteca nos vemos obligados a seguir un delirante recorrido cada mañana (incluidos dos viajes en ascensor o dos tramos de diferentes escaleras), atravesando departamentos de Estudios Humanísticos, Institutos de Cultura Clásica, Departamentos de Tal y Cual (muy socorrido este último), hasta llegar por fin a la Meca de the Senate House, una biblioteca con la misma vocación de laberinto que el edificio que la contiene. Espacios enormes de dos alturas dan paso a salas algo más pequeñas, las cuales esconden tras una puerta un misterioso pasillo con puertas tras las que puedes intuir el rumor de ordenadores, y armarios llenos de libros cada vez más especializados. La especialización del tema va en proporción al tamaño de la sección: cuanto más especializado es el tema de un libro, más pequeña es la sala en que se encuentra. Me veo cualquier tarde explorando habitaciones cada vez más pequeñas, como Alicia o Ned Flanders, hasta dar con una puertecita en que figure, en un cartel con letras doradas, el nombre exacto de mi futura tesis.
Me desvío del tema. Si la misma situación se diese en España (edificio enorme, ala este cerrada, necesidad de acceder a ella por el ala oeste), y llegásemos el primer día, un señor o señora se encargaría más o menos amablemente de indicarnos el camino:
- Verás. Entras por ahí, a mano izquierda, y pasadas las puertas de emergencia verás un ascensor. Lo coges y te bajas en el segundo (¿me sigues, hija? Ay, es que nos tienen esto patas arriba. Y es que ya se sabe, cuando te metes en obras -seguido de un monólogo contra los albañiles, el director, el responsable provincial, mientras tú, qué remedio, asientes con simpatía). Luego giras a la izquierda, atraviesas el departamento X, y coges el otro ascensor hasta el cuarto. Giras otra vez a la izquierda y ya estás allí.
El segundo día llegas y te das cuenta de que, aunque el día anterior te había parecido relativamente fácil, eres incapaz de recordar todo lo que tenías que hacer, así que, un poco avergonzada por tu ineptitud, te acercas a otro amable oficinista/recepcionista:
- ¿Y tú qué estudias, hija?
- No, bueno, yo estudiar... Estoy investigando para mi tesis.
- Ah.
No puede evitar mirarte con curiosidad, porque presupone que los estudiantes de postgrado poseen una inteligencia mínima. Suficiente, en cualquier caso, para memorizar un recorrido que a ellos ha llegado a parecerles natural.
El tercer día optas por ahorrarte la humillación y permanecer con disimulo a la espera de que llegue otro pobre incauto/a con quien recorrer el laberinto e intercambiar frases del tipo "Está difícil, ¿eh?", "Qué me vas a contar a mí, si me he perdido dos días", "¡Yo también!", "¿Sí? ¿Tú qué haces?", "Trabajo en mi tesis" (silencio incómodo. Malditos clichés) "Ah".
Para evitarse toda esta ordalía, incluida la posibilidad de establecer contacto más allá del estrictamente formal con otro ser humano, en The Senate House han recurrido a esto: