(Una mesa y unas sillas. Tal vez un sillón y unas láminas que reproduzcan anuncios publicitarios de comienzos de siglo. Se ha de recrear el ambiente de una cafetería. Entran tres chicas, dejan las chaquetas en el respaldo, se sientan. Conversan animadamente. Un camarero o camarera entrará para tomarles el pedido. Sale el camarero).A1. Empiezo el lunes con los entrenamientos de fútbol sala de los más pequeños.
A2. ¿No habías terminado con las prácticas en el instituto?
A1. Sí, terminé en junio. Los entrenamientos me los ha ofrecido un conocido que trabaja en el ayuntamiento.
A3. (
Juega con un sobre de azúcar que los clientes anteriores no han llegado a utilizar). ¿Y? (
Media sonrisa de quien no sabe qué reacción va a encontrarse) ¿Qué tal la experiencia docente?
A1. No puedo quejarme, la verdad. Los chicos se lo tomaban bastante en serio. Incluso las niñas más pijinas, ya sabes, chándal de marca y maquillaje, realizaban las pruebas físicas sin rechistar.
A2. Es increíble lo de algunas niñas. Con doce años se maquillan tanto que parece que tengan dieciocho. Se pintan la raya del ojo hasta la sien.
A1. Ah, mira, a mí eso... Mientras se sepan maquillar, quiero decir.
A2. Yo no empecé a maquillarme hasta... Deja que piense... ¿Diecisiete, dieciocho?
A3. Ya. Supongo que los institutos en que nosotras vamos a dar clase no tienen nada que ver con los institutos en los que estudiamos.
A2. No, nosotras con catorce o quince años éramos niñas, niñas.
(
A1 se estira en la silla y cruza los brazos. Sonríe con malicia).
A1. Una alumna mía, de primero de bachillerato, se sacó una foto desnuda y se la envió a su novio a la oficina.
(
A2 y A3 apoyan los codos sobre la mesa. El camarero llega con tres cafés. Mientras los sirve, A2 y A3 niegan con la cabeza, incrédulas. Sale el camarero).
A1. Que experimenten, ya ves, lo más normal del mundo. Pero el cabrón del novio sacó copias de la foto y las repartió entre sus compañeros.
A3. (
Se quema con el café. Gesticula para llamar la atención de A1 y A2. Tras unos segundos, recupera la voz) Espera. Estamos hablando de una chica de dieciséis años. ¿No es ilegal?
A1. Ilegal o no, la cuestión es que las fotos no tardaron en llegar al instituto.
A2. (
Consternada) Anda ya...
A1. Como te lo digo.
(
A2 y A3 guardan silencio. Cada una da un par de sorbos a su café)
A2. Madre mía, pobrecita.
A3. Supongo que estará yendo al psicólogo.
A2. Y espero que la cambien de instituto.
A1. ¿Por qué?
A2. ¿Cómo que "por qué"? La habrán puesto de guarra para arriba.
A3. En el instituto, ya ves, cuando nos mostramos más insensibles, más crueles, a pesar de que las emociones están a flor de piel... Pobre chica.
A1. (
Haciendo crujir los dedos) Sus compañeros la reconocían por el pasillo y la aplaudían. Ella, vestida esta vez, claro, posaba sonriente para sus fotos. Cuando le pregunté, me comentó que habían sido las dos mejores semanas de su vida.
(
A2 y A3 se quedan unos segundos con las tazas en la mano, incapaces de llevárselas a los labios o de dejarlas sobre el plato. El ruido de fondo de la cafetería gana protagonismo gradualmente. Las chicas no pueden reprimir una triple sonrisa cómplice).