Wednesday, May 30, 2007

The singing bone (¿El hueso cantor?)

(Inciso: en cuanto vuelva de París me pondré a escribir un mix con mi y vuestros inconfesables, una canción que nos hermane en la vergüenza. Si alguien se anima, que escriba las primeras líneas)

Le he estado dando vueltas al tema: ¿por qué me atrae tanto el género de terror en sus variantes cinematográfica y literaria?. Leí en una ocasión por ahí (¿no os encanta la precisión de mis fuentes?) que a esa sensación entre lo agradable y lo desagradable la denominan "miedo controlado": el control que una misma ejerce sobre la situación que le provoca miedo desencadena el placer. Cambiad "miedo" por "dolor" y, qué curioso, obtendréis la definición de masoquismo (y no, no encuentro excitantes ni las correas, ni los látigos, ni el cuero negro*). Y aunque no logre dar con unas razones convincentes que expliquen mi afición, sí que recuerdo con qué relato experimenté por primera vez ese "miedo controlado". Se trata de un cuento recogido en una antología de los hermanos Grimm que se titulaba "La flauta de hueso" y que leí, calculo, con unos siete u ocho años. Lo encontré en Internet en inglés ("The Singing Bone"), en una versión (estoy convencida) mucho más próxima a la oral que los Grimm debieron de escuchar de los labios de pergamino de una anciana. Lo que vais a leer a continuación es el resultado de mis recuerdos y la traducción de este cuento (link al final).

Eráse que se era un reino asolado por un dragón que destrozaba las cosechas, mataba al ganado y convertía en guiñapos a los campesinos con sus garras. El desesperado Rey prometió una sustanciosa recompensa a quien le entregara la cabeza del dragón, pero se trataba de una bestia tan enorme y fiera que ni los más valerosos caballeros osaban acercarse a la cueva que habitaba.
Entre los caballeros del Rey se contaba Sir Henry, un hombre fanfarrón y vanidoso que tenía a su servicio al honrado Jack, un escudero sencillo y de buen corazón. A Sir Henry, lleno de deudas, le quedaba poco más que su caballo, su armadura y la fidelidad inquebrantable de Jack, así que decidió una mañana partir en busca del dragón. Jack ensilló el caballo de Sir Henry y su vieja mula y juntos se encaminaron hacia la cueva. Poco antes de llegar se encontraron con una anciana que descansaba a la vera del camino. "Sir Henry, tomad esta espada. Atacad con ella al dragón y clavádsela en el corazón. Sólo así conseguiréis terminar con él". Se trataba de una espada excelente, de modo que a pesar del desprecio que la figura encorvada de la anciana despertaba en él, Sir Henry la aceptó.
La entrada de la cueva despedía oleadas de calor acompañadas de un hedor insoportable. Sir Henry empalideció, pero agarró con decisión la espada y entró. La visión de la bestia, una serpiente alada de escamas negras enroscada sobre sí misma, coronada por una cabeza desproporcionada, lo llenó de pavor y sin pensárselo dos veces salió corriendo de la cueva. Mientras recuperaba el aliento, con la espalda apoyada sobre la fría piedra, el honrado Jack lo observaba compadecido. Lo ayudó a incorporarse y recogió su espada. "Quedaos aquí, Sir Henry. Yo lo intentaré". Antes de que pudiera pronunciar la palabra "Estúpido" la figura rechoncha de Jack se había difuminado en la negrura de la cueva. Sir Henry decidió esperar un tiempo, convencido de que pronto escucharía los chillidos desgarrados de su escudero. Los gritos, sin embargo, no resonaron en las paredes de la cueva, ni siquiera después de que los gruñidos de la bestia lo llenaran de pavor. Y cuando Sir Henry empezaba a pensar en recoger sus bártulos y encaminarse de vuelta al castillo, la entrada de la cueva le devolvió a su escudero, que salía arrastrando la enorme cabeza del dragón.
"¡Señor! ¡Señor! La anciana tenía razón, señor. El dragón vino hacia mí, y yo me quedé quieto. No podía moverme del miedo que sentía, pero me arrodillé y el dragón pasó por encima de mí, así que cuando vi que podía clavarle la espada en el corazón, la levanté. ¡Y acerté, señor! ¡Se la clavé en el corazón! ¡En el...! ... ¿Señor?..." Jack soltó la cabeza y se volvió hacia Sir Henry, que lo miraba con ojos pensativos y la lanza todavía entre las manos. Jack se tocó la herida, de la que manaba la sangre como de una fuente. Mientras Sir Henry cargaba la cabeza en la montura de su escudero, el honrado Jack murió. Sir Henry lo enterró al pie del viejo roble que custodiaba la entrada de la cueva y puso rumbo al castillo, donde lo esperaban su recompensa y honores sin cuento.

Fin.

¿Fin? No te lo creas. ¿Cómo iba a quedar el malvado Sir Henry sin castigo? ¿Y qué pasa con el héroe, Jack el honrado, convirtiéndose en mantillo bajo el roble? Recuerda que se trata de un cuento, y a la edad en que tus padres te cuentan cuentos todavía confían en que creas que el mundo se rige por las leyes del honor, la justicia y la bondad. Así que, querido mío o querida mía, confía tú también. Continúo a la vuelta.

Saturday, May 19, 2007

Lo(s) inconfesable(s)

Para endulzar la amargura de las últimas entradas, os doy la oportunidad de que el mundo (ejem... Está bien: nosotros) descubra, desde este virtual estrado, información que hasta este momento habéis guardado bajo siete llaves.

Acceder a la colección de música (en el soporte que sea) de alguien nos descubre detalles insospechados. Tu hermano, que te aturdía con su disco-trance, atesora un directo de Ismael Serrano; tu compañera de piso, que medita con Bach y rodeada de velas, tiene la discografía ochentera de Miguel Bosé (sí, me refiero a ESAS canciones). Ahí va mi desafío (asumidlo o no):

¿El trabajo -sea en CD, en MP3 o en vinilo (wow!)- de qué artista o grupo no reconoceríais poseer ni bajo tortura?

Y para compensar y dejarme boquiabierta con vuestra cultura musical, ¿de qué disco habéis disfrutado más últimamente?

Mi inconfesable: Shakira, Grandes éxitos. (Aquí debería figurar un emoticón rojo de la vergüenza). Justo antes del salto a los E.E.U.U. y el reconocimiento internacional (2002, calculo). ¿Por qué lo compré? Me había pasado el primer cuatrimestre de segundo de Filología susurrando la letanía "Locaciegafeaflacadesquiciada... Cuandotemiroynomedicesnada...". No había un destinatario, pero aun así me trae buenos recuerdos.
Ha sonado una y otra vez en mi habitación y en mi cabeza: Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. De la colección Estrellas del Jazz de El País. Imprescindibles Let's call the whole thing off y Summertime (escalofríos).

Friday, May 18, 2007

Sobre la ficción II

Nota: imprescindible leer el comentario del Dr. a la entrada anterior (suspiro de alivio... Me temía que pensaráis que me había llevado el portátil a un recorrido turístico por los cerros de Úbeda). Dr., gracias por su correctísima aportación ;).

La Historia, por tanto, se desliza cual intrépido aficionado a los deportes de riesgo por los rápidos de la ficción. Ni siquiera, concluye Greenblatt emocionado, ni siquiera una enumeración simple de hechos en columna resultaría del todo objetiva, porque el historiador se vería obligado a seleccionar el orden de los hechos, lo que implicaría una indiscutible intromisión, el afán por encontrar (¿encontrar o imponer?) una secuencia lógica de dichos hechos.

Se te encoge el corazón al pensar qué habrá sido de Maddie, la niña de cuatro años que fue secuestrada en Portugal, o de Yéremi (grafía que apareció en los medios de comunicación), que desapareció hace un par de meses en Canarias. Se especula con que hayan caído en manos de una red de pederastia internacional. Apagas la televisión entre el horror y la náusea y decides salir a disfrutar del mes de mayo, que tanto se ha hecho esperar por aquí. Te cruzas en el portal con ese jubilado de sonrisa amable, siempre elegante y correcto, que hace una carantoña a los niños de los vecinos cada vez que coinciden en el ascensor. Viaja mucho y te ha traído un par de postales que comparten espacio en el frigorífico con tus recetas de repostera aficionada, postales de destinos turísticos que evocan pagodas y mercados abarrotados de gente.

Y si supieras a qué se dedica en esas ciudades en que los niños se ofrecen por menos de lo que aquí te cuesta una barra de pan, te destrozaría un poco por dentro (un poco, pero lo bastante). Por unas horas, unos días o unas semanas, haría añicos tu propia ficción, que tendrías que recomponer con cuidado. Porque, queridos niños, no es que no todos los días tengan por qué ser maravillosos, es que si fuésemos conscientes de la magnitud de lo monstruoso, y de lo cerca que está en realidad, no encontraríamos fuerzas para salir de la cama cada mañana. Necesitamos la ficción como necesitamos el oxígeno, aunque no seamos conscientes de ello.

Más optimismo en próximas entregas. Prometido. Y un abrazo -ficticio o no, en vuestras manos está- si lo necesitáis.

Tuesday, May 15, 2007

Sobre la ficción

Conste ante todo que no me agrada referirme a categorías. En este caso lo necesito porque a fuerza de repetirlo lo hemos asimilado: si yo hablo de una persona de letras y otra de ciencias, todos sabéis a qué me refiero. Se trata, entonces, de una mera cuestión de comodidad.

Os pregunto: ¿cuál de entre todas las carreras de letras se distingue por su nula concesión a la ficción? O, ¿en qué carrera se persigue el análisis de la narración de hechos sin que intervenga ninguna elaboración posterior? Como no pongo en duda vuestra inteligencia, sé que imágenes de libros llenos de textos áridos, salpicados de fechas y cuadros de reyes con mandíbulas prominentes y gesto de inmenso aburrimiento ante la perspectiva de horas posando para el pintor de la corte han inundado vuestro recuerdo. La Historia, tal vez la decana de las ciencias humanísticas - que los ortodoxos me perdonen la herejía-, se concibió como el ejercicio de conservación de la memoria de sucesos que configuraron, para bien o para mal, el devenir actual de este o aquel país. Al principio - ¿de qué?... Al principio de todo, cuando se reunían en torno al fuego y sacaban las flautas de hueso y los instrumentos de percusión (hablando de flautas de hueso, en otro momento os contaré un cuento que leí con siete u ocho años y que consiguió que a esa edad comenzaran a fascinarme los relatos y películas de vampiros y aparecidos), las mismas pinturas que identificaban al clan en todas las caras, los niños durmiendo en los regazos de sus madres, las amenazas de la noche conjuradas por medio de aquel elemento todavía extraño, que les proporcionaba calor y mejoraba la textura de sus alimentos, entonces se hacía el silencio y la voz de los ancianos ascendía con las ascuas hacia el cielo negro. Entonces historia y ficción conformaban una madeja inextricable. Los primeros habían venido de lejos, o habían venido del cielo, o del agua (¿acaso importaba?). El fuego lo había encendido por vez primera una mujer habilidosa, o una madre, o nuestra madre, o la madre, que entonces empezaban a tallar en pedazos de roca maleable, y de la que se acordaban antes de salir a cazar, o cuando moría un niño. Pasaron los siglos (única obligación que le hemos impuesto al tiempo, la ficción por excelencia, las medidas en que lo diseccionamos y tratamos de comprenderlo) e historia y ficción se separaron de mutuo acuerdo, quedándose una en el ámbito de las universidades y mudándose la otra a regiones menos áridas. Y llegamos así a finales del siglo XX. Empequeñecido por pilas de libros, ajeno a que un complejísimo proceso neuronal acaba de desencadenarse en su cerebro, un teórico y crítico literario levanta la vista para descansar unos instantes. Si pudiésemos echar un vistazo, ocultándonos entre los libros y en completo silencio para no interrumpir su concentración, veríamos que sus ojos se iluminan con un brillo extraño, y que toma bolígrafo y cuaderno para sacudir con lo que está a punto de anotar los cimientos de la historiografía tal y como entonces se concebía. La Historia, escribe Greenblatt, no está en relidad tan alejada de los presupuestos de la ficción. ¿Hasta qué punto la Historia, que se precia de su imparcialidad, no es sino el resultado de la elaboración narrativa de un hombre, con sus opiniones, sus odios y simpatías? ¿No es ficción (la mano de Greenblatt apenas sigue el ritmo de su pensamiento) interpretar el suceso X como el resultado de la causa Y, y no sólo eso, sino determinar con autoridad incuestionable que el suceso X empieza en esta fecha y acaba en esta otra? ¿Y quién o quiénes deciden qué sucesos merecen ser recordados?

(Hm... Dadme un voto de confianza y perdonad la digresión. Continúo mañana)

Wednesday, May 09, 2007

Diferencia entre idiota e idiota rozando lo inimaginable, por cortesía de Youtube

Esto es idiota:

"If you do not copy and paste this onto 10 videos your mom will die in 4 hours"

Y esto es idiota elevado a la enésima potencia:

"THIS IS THE STUPIDEST THING EVER!!! BUT I LOVE MY MOM AND DON'T WANT TO TAKE ANY CHANCES!
"If you do not copy and paste this onto 10 videos your mom will die in 4 hours" --sorry "

Thursday, May 03, 2007

La media ficticia

En un reportaje sobre adolescentes que dedicaban su tiempo libre a una ONG o algún otro proyecto solidario (sí, no sólo se dedican a organizar macrobotellones- a propósito, ¿sabéis qué me fastidia? Me juego un chupachups de frambuesa - ¡es imposible encontrarlos!- a que estos chicos a los que ahora se les llena la boca con palabras como "libertad" y "derechos" son los mismos que dentro de diez o quince años llamarán indignadísimos a la policía porque unos gamberros borrachos arman bulla a las puertas de su casa), leí el testimonio de una niña que con doce años había sufrido acoso escolar. "No podías destacar ni por arriba ni por abajo". No podías ser la más lista ni el más tonto, el más alto, el más bajo, la más gorda, ni el más flaco. Tenías que seguir un patrón que todos habíamos interiorizado, aunque no sabíamos muy bien quién o quiénes lo establecían. Necesitabas una personalidad muy fuerte para no quebrarte, para aceptarte como "raro" (¿friki?), con la esperanza de que una vez que terminase el instituto superarías todos tus traumas. Para desgracia de muchos, y como se ha encargado de enseñarnos Hollywood, el microcosmos controlado del instituto reproduce las relaciones sociales de la edad adulta. Te sientes más cómoda en tu piel, pero tu percepción de la realidad y tus perspectivas vitales se acomodan con dificultad a las de la media. Te gustaría encontrar una pareja y al mismo tiempo no tener que renunciar al espacio que has creado a tu medida y en el que te encuentras tan cómoda. Piensas en formar una familia y a la vez fantaseas con largarte con lo puesto unos años al extranjero.
¿Por qué, oh -introduzca la divinidad de su elección-, no me creaste "media", con un gusto moderado por los programas de cotilleo y el deseo único de un chalet unifamiliar en una urbanización asequible y un monovolumen a la puerta? (Dita sea).
Ah. Si os presentan a una dependienta (¿dependiente mujer?) que os cuenta como anécdota para romper el hielo que no hace mucho tuvo una clienta (¿cliente mujer?) que se tiró media hora en el probador antes de confesar que había metido la cabeza en el espacio de la cremallera de modo que los tirantes quedaban ambos a un lado de la cabeza, haciendo que la chica pareciese una versión femenina y con rizos del jorobado de Notre Dame, ya podéis suponer de quién os están hablando (qué lástima).