Friday, February 09, 2007

El Taxista... (¿Guay?)

DRAMATIS PERSONAE
Taxista
Cliente

En el escenario, dos asientos (sillas, cubos... Lo ideal serían dos asientos de coche). El taxista sostendrá un volante, y si se logra conseguir también una caja de cambios, que el taxista manejará con gestos casi involuntarios de tan repetidos, resultaría perfecto. El taxista espera (coloca el retrovisor, juguetea con el muñequito que de allí cuelga, descansa la mano en la palanca de cambios...). Llega la cliente, arrebujándose en su ropa de abrigo. Abre la puerta y se sienta a su lado.
C: ¡Qué frío!
T: ¿A dónde te llevo?
C: A la estación.
T: (Paciente) ¿De trenes o de autobuses?
C: (Sonríe disculpándose) De autobuses, perdona.
(Suena el intermitente. El coche arranca y se ponen en marcha. Pasan unos segundos. El taxista tose, se lleva la mano a la boca. Sigue tosiendo con grandes ademanes).
C: (Tratando de iniciar conversación, tono que desborda simpatía). Vaya gripe, ¿no?
T: Sí. Llevo ya unos meses así.
C: ¿Unos meses?
T: Sí, es una de estas gripes que... De aquí a la tumba.
C: (Un tanto sorprendida) Hombre... No será para tanto.
T: ¿Que no? Ayer, sin ir más lejos (señala un punto indefinido en el espacio), en esa calle de allí, un chaval... Ni veinte años tenía.
C: ¿La gripe?
T: ¿Qué gripe? Le dio un arrebús y se fue para el otro barrio. Los médicos no se lo explican.
C: Qué... qué lástima.
T: La vida, mujer, la vida. El padre de mi cuñado... (Lo interrumpe otro ataque de tos).
C: (Como si se esperase de ella una reacción, aunque la situación empieza a incomodarla. Evita mirar al taxista, se gira hacia la ventana, se sube el cuello del abrigo, etc.) ¿Sí?
T: El otro día, come, se arregla - como siempre, vamos-, baja a jugar a las cartas, empieza a encontrarse mal... Y allí se queda como un pajarito.
C: Ah. De repente, así...
T: ¿Cómo de repente? Una gripe que no se tenía. Pero ya sabes, era mayor, se cuidaba poco, no le dio importancia...
C: Vaya por dios.
(Silencio. Transcurre medio minuto en que el taxista sigue conduciendo, girando - momento en que ambos se inclinan ligeramente en la dirección que corresponda-, poniendo y quitando el intermitente, encendiendo y apagando la radio, buscando emisoras, etc. Pasado el medio minuto, el taxista mira con disimulo a su cliente).
T: (Aclarándose la garganta) Mi amigo Manolo el del pueblo.
C: (Mirando por la ventana. Interesada a su pesar) ¿Qué le ocurrió?
T: Le gustaba sacar a pasear al perro por el monte. Le chiflaba la naturaleza, se pasaba horas solo por allí arriba. Pero llega la hora de cenar y Manolo que no aparece. Que no aparece y que no aparece y su mujer llama al guardamontes, a la guardia civil... ( Se detienen entonces con cierta brusquedad) Hala, rica, hemos llegado. Son cinco euros. (La cliente busca en su cartera y saca el dinero, mientras el taxista continúa hablando). Lo encontraron a la madrugada. Lo había picado una abeja.
(La cliente abre la puerta, se baja del coche. Duda, mantiene la puerta abierta).
C: ¿Era alérgico?
T: (Sonríe como el orador que tiene siempre la última palabra). No. Lo picó en la garganta y murió de asfixia. Y ciérrame la puerta que este frío va a acabar conmigo.



Ahí lo tenéis. Me ocurrió el viernes pasado. La única licencia artística* que me he tomado ha sido la de hacer coincidir el fin de la conversación con el fin del viaje (en realidad nos quedamos en silencio los cuatro minutos más incómodos de mi vida).

*Vale. No era una abeja, en realidad me dijo avispa. Y vale, en realidad el padre de su cuñado y su amigo Manolo se referían a la misma persona y no recuerdo exactamente las circunstancias en que esa persona murió.

7 comments:

Anonymous said...

Pero las conversciones de los taxis siempre son surrealistas, nunca sabes de que hablar y si acaso sale tema de conversación no va a ser lo más trascendental de tu vida, yo nunca sé de que hablar, nunca la inicio, y si la inicia él (nunca me ha llevado una taxista) pues tampoco se me da bien contestar, los más que solemos hablar es el saludo de cuando entro, le digo donde voy, me dice lo que le debo, intercambiamos dinero, y me despido dando las gracias; para nada es una situación cómoda, no me gustan los taxis.

Anonymous said...

Yo no suelo coger taxis y nunca he cogido uno sola, pero parece interesante... jejeje. Me encanta cómo narras la historia.

Anonymous said...

Oye ¡que tu dramatis me vale como ejercicio para teatro! qué punto. De todas formas una opción a contemplar sería la de coger el taxi con castañuelas y traje de faralaes. Tienes dos opciones: que el hombre piense que estás del ala y no te diga nada, o que se lo tome a cachondeo y empiece a hacer algún comentario jocoso. De lo malo malo no te amargaría con tanto mal fario.

Te cuento otra DP, aunque no propia:

Situación: sala de urgencias de un hospital de provincias, a altas horas de la madrugada.
Personajes: doctor, paciente, enfermera.

Doctor: Hola ¿qué le pasa?
Paciente: Verá, es que me encuentro mal desde hace unos días, me duele el estómago y tengo así como un malestar general...
D: De acuerdo. A ver, ¿ha comido usted algo que le haya podido sentar mal?
P: Pues sí, creo que me he intoxicado con una manzanilla que tomé hace dos días.
D: ¿¿¡¡Con una manzanilla!!??
P: Sí, con una manzanilla, ¿de qué se extraña?
D: Hombre, nadie se intoxica tomando una manzanilla...
P: Ya, pero es que la que yo tomé estaba muy concentrada...

Se miran con estupefacción el doctor y la enfermera. Acto seguido la enfermera abandona la escena con graves problemas para contener sus efluvios carcajiles y sus líquidos miccionables (y por respeto al paciente y a los servicios de limpieza, todo sea dicho).

sunayani said...

Me encanta tu espíritu teatral. Creo que si el viaje hubiera sido más largo podrías escribir Conduciendo a Miss Marple II

En tierras tunelinas el taxi es mi medio de transporte más habitual... Debería empezar a escribir sobre ellos ya, que tienen mucha miga, pero seguramente en León no encontrarás a taxistas que intenten convertirte a su religión y que hasta se preocupen por la salvación de tu alma porque todavía no has visto la verdad.

V said...

Pretendía escribir la dramatización de una anécdota, no un alegato contra los taxistas, aunque veo que si recopilásemos nuestras experiencias puede que el sector del taxi nos pusiera una denuncia por echar por tierra su buen nombre. E, Lor, gracias (y relajaos, recordad: El taxista es nuestro amigo). Dr.... Explícame cómo consigues en casa una manzanilla superconcentrada, en plan "Se me cae una gotita y deja un agujero en la mesa". Y si quieres representarlo como ejercicio de treatro, te recomiendo que te hagas con un anillaco y una cadena horterillas.
Sun, ehm... Iba a escribir algo sarcástico, pero estoy un poco espesilla, así que me limitaré a lo esencial: ¡¡¡¡Miss Marple lo será usted!!!!

sunayani said...

Mmm lo siento, yo estoy más espesa aún. Creo que en realidad la señorita a la que paseaban era miss Daisy, sorry ( y si esta hubiera sido la única metedura de pata)

larubiafriqui said...

Jodó, pues yo me sé una mejor relacionada con un taxista, pero la dejaré para mi blog, para no quitarte aquí protagonismo. De momento seguiré rascándole la cabecica a mi cosita peluda, que parece que sabe que la voy a dejar una semana sola (si es que los gatos son más listos que el hambre).