Monday, December 01, 2008

Aviso para navegantes y Six Wives (si me da tiempo).

¿Os ha pasado alguna vez que, estando de bajona, encontráis por casualidad un libro, lo hojeáis, no podéis evitar llevároslo a casa, y consigue levantaros el ánimo y haceros sonreír otra vez? Bien. No se os ocurra probar con "This is not a love song" de Karen Duve. No. Mal. Jamás. Convertirá vuestro bajón en una pequeña depresión. Es como si me viera a mí misma esta mañana, cuando lo encontré abandonado en una mesa de la biblioteca; me llamó la atención su portada amarilla con la pequeña e increíble mujer menguante y creciente exhibiéndose en bikini. "¡No, no, suéltalo...! " Agito los brazos, pero mi recuerdo ya ha abierto el libro y se deja llevar por el optimismo y humor agridulce de las primeras páginas. "¡Será como echar sal en la herida, déjalo! ¡Idiota!". No es sano insultarse, ni siquiera con carácter retroactivo.
Too late for me. Maybe not for you.
El segundo libro del que quiero hablaros se llama "Six Wives" y creo que ilustra a la perfección una diferencia entre nosotros (españoles) y ellos (ingleses). En vida de sus royals, los ingleses los tratan como al resto de seres humanos: con una mezcla de frialdad, desinterés, condescendencia y cierta mofa afectuosa de la que nunca sabes si eres partícipe u objeto. Se muestran indulgentes con sus "pecadillos"(alcoholismo, el más común de todos), se ríen de sus pequeñas muestras de humanidad y toleran mal sus desplantes y escándalos (Carlos y Diana). Dejad ahora que transcurra un mínimo de cien o ciento cincuenta años. Los "pecadillos", junto con el resto de rasgos de humanidad del personaje, han quedado relegados al olvido. Los ingleses no escriben libros de historia, sino un relato apasionante de aventura, venganza, locura, reinas longevas y mucho más competentes que sus equivalentes masculinos, intrigas palaciegas, una dinastía que surgió de la brutal atracción física entre una consorte y un atractivo caballero galés que servía en la corte, ministros oscuros y ambiciosos, un príncipe y futuro rey que, disfrazado de campesino, tuvo que esconderse en un roble para evitar ser detenido y ejecutado... Añadid un gigante y un español y tenéis "La Princesa Prometida".
"Nosotros", como para todo, en vida de nuestros monarcas (y familia) nos dividimos entre quienes les profesan mal disimulada devoción y quienes los tratamos con estudiada indiferencia. Incluso estos últimos, entre quienes me cuento, no pueden evitar cierto sentimiento de ... Ejemplo. En Portugal me encontré con una revista en la que aperecía Letizia en portada bajo el titular "La Princesa Triste". Mi primer pensamiento (no razonado, diré en mi defensa), fue: "¿Y quienes son estos para hablar de Letizia?"; "Como si me importara", me repliqué enseguida. Pero el sentimiento de... ¿? Sigue ahí. ¿Y qué hay de sus antecesores? Ah, monarcas españoles... Don Rodrigo perdiendo lo que fuera que entonces se concebía como España; los Reyes Católicos y la muerte del primogénito Juan, la locura de Juana y la desgracia de Catalina; Carlos I y su malsana obsesión con su amada (difunta); Felipe II y el ocaso del Imperio; la degeneración sucesiva de los Austrias; los Borbón y su desigual historia de amor con el pueblo, Alfonso XII y Mercedes, Alfonso XIII y el anarquista, Don Juan (los ingleses lo habrían convertido en un padre abnegado; en un documental que vi lo presentaban como un hombre amargo, que había sufrido los desplantes de Franco y que nunca había renunciado a la idea de volver a España como rey)... Y, cómo no, Don Juan Carlos y el accidente con la pistola que acabó con la muerte de su hermano pequeño, la pugna por el trono con su primo Alfonso y el tristísimo final de este. Cuando empezábais nueva lección de historia en el colegio, ¿no os hacías la pregunta: "A ver qué morboso final tiene este"?. So depressing. Los mismos historiadores se dejan llevar por este aire de tragedia griega que envuelve a las dinastías españolas: "El rey contrajo matrimonio con X sin sospechar que ninguno de sus nueve hijos, menos la pequeña infanta Y, sobrevivirían a la infancia"; "En el apogeo de las guerras contra Francia, el rey cayó fulminado por una extraña enfermedad. Su muerte dejaba un vacío de poder que alentaría las luchas intestinas"; "El príncipe sobresalía en todas las materias y despuntaba como un avezado estratega para orgullo de su padre. El niño moriría a los doce años de una infección".
No me da tiempo a hablaros de Six Wives. Resumo: tal vez en un sano punto intermedio esté el quid de la narración historiográfica (interesante).

3 comments:

Anonymous said...

Oh dios santo!!

¿Pero qué estás contando? Mira yo te recomiendo que ahora mismo no te dé por leer la biografía de Whiskyhouse ni nada porque igual acabas alcólica perdida, sin lavarte y en chancletas...
Para los bajones no hay nada mejor que ponerse super guapa y salir a dar una vuelta a alguna cafetería. En cuanto te sonría alguien te vuelves a casa as happy as castanets.
Sí que es verdad que los ingleses le sacan jugo a su historia. Interesante sin duda, pero vamos que la española no le andaría a la zaga ni mucho menos, si no fuera por lo mal que la llevan a la pantalla o a la página.
Y dicho esto, me voy a escribir un rato que últimamente me he descuidado un poco en cambiar el mundo... :)

Muchos besines y ánimo!!!

Anonymous said...

al-co-hó-li-ca

Anonymous said...

Londres.- Un hombre británico ha sido condenado a tres años de cárcel y a cinco más en libertad condicional acusado de tener sexo con un caballo.

Leeroy Le Gallais, de 46 años, irrumpió hasta en dos ocasiones en el establo del caballo Calico según publica la prensa británica.

La primera de ellas tuvo lugar en octubre de 2007 y el acusado fue descubierto porque olvidó su ropa interior en el establo, además de un cubo que dejó detrás del caballo, de 23 años de edad.

En un principio le arrestaron, pero fue puesto en libertad, para ser detenido nuevamente después de que el 25 de abril de este mismo año volviera a tener sexo con el animal.

El dueño de Calico, Michael Wortley, había dejado al animal con una manta cubriéndole. Al día siguiente, Wortley encontró la manta en el suelo y un taburete detrás del caballo, que empezó a mostrar signos de estrés.

Todas las sospechas recayeron nuevamente en Le Gallais, que confesó los hechos y se escudó en "había bebido unas cuantas cervezas", aunque admitió que había sentido un "impulso sexual".

Fuente: 20 Minutos

¡Calico! ¿Ves? Estas cosas son las que leo yo y ni me deprimo ni ná.
Qué puntazo lo de poner la edad del caballo ¿a qué sí? Si es que van provocando...
Y sí, a mí también me daría stress que se subieran a un banquito y me quitaran la manta.
"First I'll take your blanket and then..." :D