Como indecisa crónica que soy, prefiero llegar al cine con la película ya escogida, sobre todo si mis acompañantes sufren del mismo mal que yo. Dos viernes ha (curiosa y arcaica construcción, pardiez), sin embargo, A., R. y yo nos encontrábamos en el hall de los cines Van Gogh, a dos minutos escasos de que comenzase la sesión de las once menos cuarto, tratando de decidir entre Expiación y Juno, a la que desde su estreno en España han colgado la etiqueta de "película independiente de pequeño presupuesto". Yo me inclinaba por Juno por las siguientes razones: prefería ver una comedia antes que un drama de época, de cierta complejidad argumental además, (viernes por la noche, necesidad de evasión... "Sin tele y sin cerveza, Homer pierde la cabeza"); la sempiterna mueca de Keira Knightley, por no mencionar que convirtiera a Elizabeth Bennet en un tópico de heroína romántica; la prometedora crítica de Juno que había leído en algún periódico el miércoles anterior; y por último, el hecho de que se tratase de una comedia calmaría nuestras conciencias si decidíamos entrar a la sala cargados de palomitas (nunca como palomitas si se trata de dramas, Woody Allen o cine europeo en general... Una conserva aún ciertos principios). Convencidos por mi argumentación impecable (y porque estaban recogiendo las últimas entradas y los acomodadores se dirigían hacia las puertas para cerrarlas tras el paso de los rezagados, por no hablar del cansancio y las pocas ganas de discutir tras una larga semana de trabajo), mis amigos se encogieron de hombros y pedimos entradas para Juno.
La película en sí no deja de tener encanto, desde el homenaje al cómic de los primeros minutos (¿cómo se llama esa introducción en que se presenta a parte del cast and crew? ¿Alguien?), a la banda sonora, en que predomina lo que yo denominaría happy-indie (recordad que mi cultura musical es más bien limitada). Las interpretaciones resultan creíbles y los diálogos se suceden con naturalidad, con destellos de ingenio que no caen en lo absurdo. La desfachatez de la protagonista, con sus exabruptos erudite/mocking ( "Está clarinete, estoy inseminada", "Tengo una acidez que me irradia hasta la rótula"... Qué ganas de verla en versión original para dejar de estrangular al traductor con la imaginación) exige mayor comprensión y hasta buena voluntad por parte del espectador: Juno puede resultar adorable, pero hay momentos en que te gustaría cogerla por los hombros y sacudirla. Truth be told, a mi amigo, profesor de secundaria, no le pareció adorable en absoluto y soltó un par de carcajadas cargadas de ironía a lo largo de la película (tras tres años dando clase en un instituto público, ha perdido la inocencia y la confianza en el género humano).
Aunque no le di vueltas hasta días más tarde, cuando comentaron la película en un programa de radio que suelo escuchar, el argumento resulta en el fondo previsible y hasta coquetonamente conservador; pese a la naturalidad con que Juno decide acudir en primer lugar, cuando descubre su embarazo, a una clínica abortista (la recepcionista que la recibe parece tener su misma edad y le regala un condón con sabor a mora, tras confesarle que ella lo ha probado con su novio y que "su paquete huele a pastel"... Una adolescente que te da consejos sexuales, lo que toda mujer que va a someterse a un aborto desea encontrarse en la clínica), pese a su peculiar relación con su madre (vive en Arizona con su segundo marido y sus tres hermanastros y se limita a mandarle un cactus cada San Valentín), y pese al giro argumental hacia el progresismo y el apoyo a las familias no nucleares... (no sigáis leyendo si estáis interesados en ver la película), tras tener al bebé, Juno retoma su vida de adolescente en el mismo punto en que la había dejado. No ha tenido que dejar de ir al colegio, donde la miraban pero nunca se metían con ella, consigue afianzar la relación con su novio, entrega a su hijo a la mejor madre posible, a la que por supuesto ha conocido y tratado, y, aunque ha pasado por la experiencia traumática de un embarazo y un parto a los dieciséis años, ni siquiera tiene que acudir a un psicólogo.
To sum up, una versión edulcorada de un asunto que debería haberse tratado con mayor realismo, o la posible visión de Hans Christian Andersen del embarazo adolescente.