Wednesday, June 27, 2007

Las mujeres de verdad tienen curvas (y, de verdad, tienen pelos)

Aunque la publicidad se empeñe en lo contrario regalándonos la vista con mujeres de piernas perfectas y axilas perfectamente depiladas. El glamour cuesta, chicas, y es en el momento en que decidimos recurrir a la cera hirviente por vez primera cuando comenzamos a pagar.
Jueves pasado, tiempo desapacible. Me encierro en el cuarto de baño pertrechada con los siguientes adminículos: depiladora eléctrica con cabezal basculante, tiras de cera fría, toallitas con loción predepilación y aceite postdepilación, pinzas de depilar y crema decolorante. A depilar las siguientes zonas: axilas, piernas enteras, ingles, cejas. A decolorar: línea del abdomen (las chicas sabrán a qué me refiero).
Empiezo por las piernas, primero del tobillo a la rodilla. Empiezo trazando una recta con la depiladora eléctrica siguiendo el hueso (duele menos). El dolor aumenta si la deslizo (que no os engañe la suavidad que transmite el verbo... Tenéis que visualizarlo acompañado de un ruido semejante al que produciría un cortacésped en miniatura) sobre el músculo, que se contrae por más que el cerebro le haga llegar mensajes para que se relaje. Los poros irritados convierten la parte inferior de mis piernas en una constelación de estrellas rojas sobre un cielo lechoso. Soplo (ingenua de mí) para mitigar un poco la irritación.
Muslos. Bien. Soy literalmente incapaz de pasarme la eléctrica por los muslos, no sé por qué. Siento como si millones de agujitas se me clavaran en la piel, una sensación que apenas dura una décima de segundo, pero tan aguda que me tengo que morder el labio para reprimir las lágrimas. Así que recurro a mi segundo método favorito: las tiras de cera fría. Me aplico la loción predepilación (fresca y agradable... Pero mis piernas no son tontas y saben lo que les espera). En las instrucciones del paquete que las contiene (perversos instrumentos de autolesión), se lee "Tire en dirección contraria al crecimiento del pelo, con un movimiento rápido y decidido". La teoría la conozco. Separo las tiras (vienen pegadas de dos en dos), que se despegan con mala gana. Dejo una al borde del lavabo (al recoger el estropicio, siempre encuentro una de esas tiras pegada al lavabo: probad a limpiar cera fría. Si tuviera que dibujarles caritas con rotulador, tendría que dibujarlas riéndose de mí); la otra se adhiere con fuerza a mi piel. Y entonces lo que toca es tirar con decisión, no quedarte mirando con pavor mientras repites "Tengo que quitármela, tengo que quitármela... Ohdiosohdios...". Confesaré que el dolor nunca llega a los extremos con que me torturo antes de decidirme a tirar (con poca decisión, después de todo, y mucha, mucha rapidez). A medida que me acerco a las ingles me hago siempre la misma pregunta: ¿por qué no utilizo una crema exfoliante? Así me evitaría estos granitos provocados por pelos enquistados. Para los afortunados/as que no sepan de qué hablo, cuanto más te depilas, los pelitos nacen más y más débiles. Lo cual es bueno. Pero llega un momento en que el pelo no puede romper la piel (sobre todo si no la exfolias correctamente y se crea una capa de células... Fósiles, más que muertas), y sigue creciendo debajo de la misma, produciendo una inflamación que puede devenir en infección. Lo cual es malo. Entonces, si tengo suerte, basta con unas pinzas y un poco de maña. Si no la tengo me veo obligada a recurrir a cirugía menor (desinfecto una aguja, dejo el Betadine al alcance de la mano y me encomiendo a poderes superiores).
Ingles... Mis compañeras se acercan corriendo a la puerta, llaman con insistencia: "¿Estás bien?". Hay que disculparlas, no me oyen blasfemar a menudo. Tengo que repetir y no se trata de una perspectiva agradable teniendo en cuenta que la penúltima vez mi piel no quiso desprenderse de la tira. Sí, ocurre; no, no es agradable. No llega a sangrar, pero la zona se enrojece y escuece un par de días.
Inconvenientes de usar cera: tienes que tener cuidado y frotarte a conciencia con la toallita empapada en aceite postdepilación o si te pones los vaqueros a continuación tus piernas se habrán vuelto bicolores cuando te los quites. Por no hablar de los dedos pegajosos.
Axilas. Está comprobado que la ducentésimo nonagésimo nona vez pierdes la sensibilidad en la zona. Nada que reseñar, por tanto.
Cejas. Me ha costado tiempo y lágrimas aprender a tener en cuenta los puntos en que debes situar el nacimiento y fin de la ceja (entran en juego las comisuras de los labios), a diferenciar entre perfilar y despejar, a nunca, nunca, bajo ningún concepto, depilar los pelitos por encima de la ceja, a desechar la idea de dejarme una fina línea de pelitos... A quien piense que unas bonitas cejas dependen de un día inspirado con las pinzas... ¡¡Ja!!
Aunque decolorarse no entre dentro de la categoría depilación (corresponde más bien a camuflaje), no me resisto a mencionarlo. La cajita, con su crema decolorante, que tienes que mezclar con los polvitos aceleradores en la bandeja con la espátula... ¿No os recuerda a un minikit del Quimicefa?

Y, por último, la oscura verdad sobre la depilación...
No importa el tiempo que dediques ni lo cuidadosa que creas haber sido. Por lo que a los pelos respecta, estás en franca (escandalosa) minoría numérica (y siempre encontrarán un pliegue de piel en que esconderse).

Thursday, June 14, 2007

The Limping Pirate Song, by J. Sabina

I'm not a man

who cries easily,

always complaining about everything.

If life allows it,

I paw her,

if not, still I love what I do for a living,

and, since dreaming is free,

and I do not believe in reincarnation,

with a little bit of imagination,

I will depart right now

and live other lives,

try other names,

the skin and clothes

of all the men I will never be:

Al Capone in Chicago

a soldier in Melilla

a painter in Montparnasse

a mercenary in Damascus,

a Virgin-bearer in Sevilla,

a black man in New Orleans.

A dirty old man in Sodom

a deportee in Siberia

a sultan in his harem.

A policeman? No way!

the best toreador in the Fair

a young gipsy in Jerez.

A gambler in Monte Carlo

the cigarette in your mouth,

a taxi driver in New York.

The coolest guy in the block,

I do what I want,

an F- in Religion class.

The Queen's confessor,

a banderillero in Cádiz

a tavern keeper in Dublin.

A three-cushion billiard player

a rebel in Heaven

a cabaret owner.

The scratch in your back

the tenor in Rigoletto

the piano player in a brothel.

A bongo singer in La Habana

Casanova in Venice

an old man in Shangri-La.

A stowaway in your bed,

the lead singer in a band,

the best-time driver in Le Mans.

A crime reporter

A private eye in a tight spot

Preserved in alcohol.

The rapist in your dreams

the suicide in a viaduct

the Prince Charming in a soap opera.

A morphine addict in China

a deserter in India,

a sailor in Marseille,

a PlayBoy photographer.

But, if you let me choose

just one of these lives, then I choose

the limping pirate,

with a wooden leg,

a patch over his eye,

and a wicked face,

the old rogue, the captain

of a ship with a flag

showing two shinbones

and a skull.




Porque sí, por Sabina, porque me apetecía escribir una entrada sin segundas partes.

Wednesday, June 06, 2007

París: impresiones

Jueves a mediodía
Las pupilas contrayéndose por el cambio de luz (el día frente a las tinieblas iluminadas por los neones del metro). Lluvia, frío. Edificios decimonónicos, fachadas bien cuidadas, balcones de forja. La boca del metro modernista de la Rue Pigalle. Coches, bicicletas, mujeres empujando carritos de bebé (¿cómo se las arreglan sin la capota de plástico?, me pregunto). Tráfico poco denso. Una avenida con árboles que enseguida dejamos atrás. Restaurante Léon (ejem) a la izquierda, especialidad mejillones. Un supermercado, una tienda de música (decenas de Fenders en el escaparate). La lengua francesa nos rodea y nos sentimos náufragos, reconociendo apenas unas palabras aquí y allá. El Victor Masse. Recibidor pequeño, bien iluminado. Nos regalan tres planos de la ciudad. Las maletas abandonadas en una sala llena de otras maletas, trastos varios, folletos publicitarios sobre los sitios que no puedes dejar de visitar en París y unas bicicletas.