(Nota aclaratoria: esta entrada os resultará difícil de entender si nunca habéis visto la sitcom "The Big Bang Theory", de la CBS).
(Nota aclaratoria II: ¿qué tendrá el otoño, oh, qué tendrá, que nos pone blanditos (y depresivos)?).
Me quejo. Me quejo mucho. Lo sabéis, me conocéis personalmente (todos los que leéis este blog) y lo lleváis con resignación y elegancia, porque, aunque me sorprenda a veces, queréis seguir compartiendo mis altis. Y llevo unos meses quejándome sin descanso de mi situación, por lo que hoy querría escribir sobre los aspectos menos desagradables de esta larga inactividad pseudo-impuesta: uno, duermo mucho -mucho, muchísimo. Calculo que debí compensar los desvelos de las oposiciones allá por octubre, pero sigo durmiendo hasta bien entrada la mañana (quizá mi cuerpo intuya que se aproximan madrugones y sea su manera de insinuarme cuánto voy a echar de menos poder quedarme en la cama hasta pasadas las diez). Dos, leo mucho -mucho, muchísimo. Leo por placer, por supuesto. Hasta que se me cansa la vista y me doy cuenta de que son las seis de la tarde y apenas queda luz. Hasta que dejo caer el libro a mi lado sobre la cama, mantas revueltas, gafas resbalando milímetro a milímetro por el arco de la nariz y lámpara encendida, que mi hermano se encarga de apagar entre molesto y divertido. Tres, paso mucho tiempo con mi padre. Nunca ha sido una figura ausente, desde luego distó mucho de parecerse al padre arquetípico de las películas de los US of A ("Te prometo, V, que no volveré a perderme ninguno de tus partidos de la liga infantil de béisbol"), y no teníamos una mala relación, pero estos meses los dos hemos disfrutado de nuestra compañía sin el aura de obligatoriedad asociada a las costumbres (comidas de domingo, visitas a familiares, etc).
"The Big Bang Theory" tiene diálogos brillantes, actores cómicos por encima de la media y sin duda es de lo mejor que ofrece la televisión en España a día de hoy. Aunque no es mi serie favorita, I must confess. La he seguido, sí, y sentarme en el sofá protegiendo con mi vida el mando de la televisión a eso de las cinco se convirtió en mi peculiar ritual veraniego (un verano que se alargó hasta bien entrado el otoño). Prefería verla sola por el tema del doblaje, aunque muchas tardes mi padre, medio dormido después de la siesta/visionado del documental de la 2, me acompañaba. Yo suponía que no prestaba mucha atención a "la serie de los cerebritos", como él la llama.
En ese capítulo, un flashback nos retrotrajo a unos seis años antes del comienzo de la serie. Me reí con los gags y me reí con la trama, con mi padre sonriendo a mi lado y yo, que había asumido que la serie no le hacía demasiada gracia, sintiéndome culpable por monopolizar la televisión. Entonces ocurrió. Hacia el final del capítulo, mi padre exclamó:
- Aaaah, así que ASÍ FUE como se averió el ascensor.
Creo que nunca me había sentido más cerca de él.
2 years ago
2 comments:
Las salidas inesperadas de los padres... El mío me contaba ayer todo emocionado, sin venir a cuento, que había visto el documental sobre Ramón y Cajal... "¡La de cosas que hizo, tenía un coco el tío!".
Por cier, tu padre sabe más que yo... No sé por qué estaba averiado el ascensor.
Sines
Los padres son la hostia, te enganchan! Yo procuraba no pasar mucho tiempo con ellos cuendo vivía en su casa, porque te riñen, te vigilan y siempre acabas discutiendo. Y ahora sólo quiero tener un rato para ir a visitarlos: pocas conversaciones me llenan tanto como las que tengo con ellos, aun las más triviales. Y también puedo estar en silencio con ellos, o leerles un cuento (el domingo se me durmieron los dos, jeje).
Por cierto, tengo que ver esa serie, que todos me hablan muy bien de ella.
Besos!
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