Conocí a una persona que se propuso muy seriamente convertirse en alguien importante para mí en muy poco tiempo (lo que, dicho sea de paso, disparó todas mis alarmas; si alguien nos ha presentado en una fiesta, pensarás de primeras que soy sosa, un "cielo" -una chica dulce, tímida, con poco o nada interesante que decir-, o por el contrario, difícil, cerrada, huraña, soberbia, una listilla, o una falsa). Como decía, antes de la digresión, esta persona, además predispuesta a que yo le cayera bien, decidió saber todo de mí en un tiempo récord. Y me hizo una pregunta supuestamente original: si pudieras escoger un lugar y una época para vivir, ¿cuál elegirías y por qué?
Elegiría, le respondí yo (una trata de ser educada, aunque su lenguaje gestual indique "Vete por donde has venido"), Inglaterra en la época victoriana. Sería no una esposa, ni una obrera esclavizada en una fábrica, ni una sirvienta, ni una prostituta (que eran los roles más comunes de la mujer entonces), sino una escritora, soltera por convicción, dedicada a socavar los cimientos de la hipócrita sociedad inglesa. Contemplaría con enorme esperanza los progresos tecnológicos de mis semejantes y los nuevos modelos políticos que crecían al calor de unos trabajadores que empezaban a ser conscientes de sus derechos.
Supongo que no podemos evitarlo. Tendemos a idealizar el pasado (yo no querría ser una esposa sufriente, ni una obrera con las manos destrozadas, ni una mujer enferma de sífilis) y lo despojamos de sus aspectos más ajenos, extraños e incomprensibles. Por eso resulta curioso (y muy revelador), a veces, comparar una situación en dos épocas alejadas entre sí. Por ejemplo, una experiencia tan humana y prosaica como proponer una relación sexual hoy y en el siglo XVII. Hoy día, puede reducirse a un mensaje de texto más o menos explícito y más o menos ñoño. Ejemplo cualquiera: "Cari (ñoño), sta noch tema (explícito... Kind of)?". Damos tantísimo por hecho: que ambos son responsables de sus actos, que existe una relación de igualdad (¿ha sido un chico o una chica el que ha enviado el mensaje?), que el sexo se concibe como un acto natural no censurado por ningún absurdo código de honor, desde luego no como un medio que justifica el fin único y loable de la reproducción.
Comienzos del siglo XVII. Una joven, el orgullo de su padre, que espera desposarla con algún noble del círculo del rey Jacobo, lee la biblia a la luz de las velas. El ama cose en silencio a su lado, sin percatarse de que la joven esconde un pliego entre las páginas de su pequeña biblia blanca, un pliego que esa misma mañana el poeta John Donne (el terror de las nenas de la corte del rey Jacobo I) ha deslizado en su bolsillo. La joven lee y se sonroja.
Observa esta pulga y dime si
acaso no es insignificante lo que me niegas;
me picó a mi primero, y ahora te pica a ti,
y en esta pulga nuestras sangres se mezclan.
Tú sabes que esto no puede tacharse
de crimen, ni falta, ni de pérdida de doncellez;
Y con todo disfruta antes de lamentarse,
y, satisfecha, se hincha con sangre hecha una,
y esto, ¡así es!, es más de lo que nosotros nunca haremos.
Oh, detente, y perdonando a la pulga salva tres vidas,
en ella estamos casi más unidos que por el matrimonio.
Esta pulga eres tú y soy yo, y es este
nuestro tálamo, y el templo de nuestras nupcias.
Aunque los padres se opongan, y también tú, nos hemos unido,
y nos hemos refugiado entre estas paredes de azabache.
Aunque la costumbre te conceda el derecho a matarme,
no añadamos a este crimen el suicidio,
y el sacrilegio, tres pecados al acabar con tres vidas.
De forma cruel y rápida, ¿se ha manchado tu uña
con la sangre púrpura de la inocencia?
¿De qué podías acusar a esta pulga,
además de haberte chupado una gota de sangre?
Con satisfacción, dices que ni a ti ni a mí nos ha afectado,
Y es cierto; date cuenta entonces de cuán insignificantes son nuestros miedos,
y no más honor perderás cuando te entregues a mí,
que vida perdiste cuando mataste a la pulga.
El honor. El deber. El pecado. La virginidad. La sumisión. Y, no menos importante, la falta de higiene. El contraste es abrumador y debemos sentirnos agradecidos por vivir en una época en que basta con un sms para concertar una cita amorosa. Y aun así, ¿cómo no admirar el ingenio de Donne? Si se salió o no con la suya, la historia no lo cuenta. One wonders...
Por simple curiosidad, ¿durante qué época histórica (y lugar) os gustaría vivir y por qué? Pregunta abierta a amigos, blogueros, anónimos y posibles lectores en la sombra.
2 years ago