Aunque en España sea conocido por sus historias para niños rebosantes de humor negro (que yo, lastrada por ese amor a la rutina y lo establecido que aún arrastro, encontraba angustiosos y desestabilizadores: en lugar de abrir los ojos a las maravillosas capacidades de Matilda, sus padres la dejaban con su maestra para nunca más volver; el protagonista de "Las Brujas" no recuperaba su forma humana y celebraba, siendo todavía un niño bajo su capa de pelo blanco y suave, que no sobreviviría a su abuela), Roald Dahl escribió relatos cortos para adultos, llenos del mismo ingenio, la misma ironía y el mismo placer en lo aberrante que sus cuentos infantiles. Y, menos inocente, más cansada y (quiero pensar que sí), más sabia, por fin puedo devorar a Dahl como se merece: a sangre fría y sin miramientos.
Carta de despedida de un marido a su esposa, que ya habrá enviudado cuando esta llegue a sus manos (de "William and Mary"):
"Sé buena cuando me haya ido, y recuerda siempre que ser una viuda es más duro que estar casada. No bebas alcohol. No derroches. No fumes. No comas hojaldre. No uses lápiz de labios. No compres una televisión. Mantén mis rosales y enredaderas libres de malas hierbas durante el verano. Y, de paso, te sugiero que hagas que desconecten la línea telefónica, ahora que yo dejaré de utilizarla."
¿Cabría reprocharle algo a esa viuda?
2 years ago