Wednesday, December 12, 2007

Dudas, espiritualidad, nihilismo (Nick Cave de fondo)

Me quedan apenas veinte páginas para terminar el libro "Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica", de Pepe Rodríguez, quien se despacha a gusto contra los dogmas y la estructura eclesiástica de la Iglesia de Roma. Sin poder evitar transmitir (sin ni siquiera intentarlo, should you ask me) cierto cinismo amargo por las vergonzantes manipulaciones de las fuentes originales y las escandalosas actitudes de muchos padres fundadores, más interesados en el lujo terrenal que en la salvación de los fieles, Rodríguez desmonta uno a uno los principios "incontestables" de la religión católica. Este libro y una intensa charla de amigos una noche en un café me han llevado, como me sucede cada cinco o seis años, a una crisis espiritual a pequeña escala. Aquella noche, M me describió como una católica desencantada con el rito y que había sustituido la religión organizada por creencias "difusas" (el famoso karma del que seguro me habéis oído hablar). Opinaba M que las creencias religiosas conforman la visión de la realidad de los fieles; en las sociedades cristianas, por ejemplo, rige una concepción lineal del tiempo porque la Biblia delimita un punto de origen (la Creación) y un colapso (la Parusía o Segunda Venida de Jesucristo) que marcaría el "fin de los tiempos" (aunque no me parece esta la más correcta de las expresiones, dado que según la teología escatológica, tras el Juicio Final se producirá una Restauración y "todo lo viejo será hecho nuevo"-Apocalipsis 21:5-, con las connotaciones cíclicas que el término "restauración" conlleva). Esta dependencia entre cristianismo y concepción de la realidad, argumentaba M, se aplica a muchos otros niveles, de modo que, aunque renunciásemos a la Iglesia mediante la apostasía, por nuestra filiación cultural nunca dejaríamos de ser católicos ( y yo que tenía "Apostatar (y nunca mirar atrás)" en mi lista de tareas pendientes desde los veinte años... Lástima).
Me parezca bien o no, podría resumir, la formación católica ha determinado de modo inexorable mi percepción de la realidad (y la vuestra si os han educado en las enseñanzas de Jesús, versión Iglesia de Roma). Me pregunto si a los jerarcas les consolaría este triunfo si supieran que rechazo su concepción de la divinidad (y la existencia de una divinidad como tal, truth be told), sus dogmas, su proselitismo trasnochado, sus anacronismos, el papel que reservan a la mujer entre sus filas y otros tantos etc. Mi perfil se aleja mucho, pues, del de creyente modélica (como si me importase), y si están dispuestos a excomulgarme por ello, me ahorrarían meses de papeleo (gracias de antemano, por si acaso).
Desde finales del siglo XIX, además, la percepción de la realidad promovida desde el Vaticano (y por extensión, el cristianismo) ha tenido que ceder terreno a las evidencias difundidas por los círculos científicos; en función de la tolerancia de los altos jerarcas de cada diócesis o (término equivalente entre los protestantes), las relaciones varían desde la templada aceptación (siempre que de algún modo afiancen las enseñanzas católicas -"¿qué es el Genésis sino una metáfora del origen de la vida?"- o no interfieran en cuestiones no negociables, léase investigación con células madre) a la persecución al más puro estilo inquisitorial. La ciencia ha socavado la posición de autoridad incontestable de la que había gozado la Iglesia durante casi dos milenios, hasta el punto de arrebatarle a millones de fieles: quienes antes profesaban una fe ciega en el dios católico ahora defenderían con su vida cada palabra contenida en la revista Nature (todos los quinceañeros pasan por una etapa arrogante -insoportable- como esta). La percepción de la realidad católica discurre, en resumen, en paralelo a la visión científica de la misma: hay quienes se complacen en forzar encuentros, mientras que otros celebran los desencuentros.
Siguiendo la línea de razonamiento propuesta por M, los científicos formados en la religión católica (cristiana) no pueden evitar que sus resultados sirvan, en la medida de lo posible, para corroborar los principios básicos en que han sido educados (así, el Big Bang, el Big Crash y lo que sea que venga después serían trasuntos de la Creación, la Parusía y la posterior restauración... ¿Lo pensaría quien postuló la teoría, el sacerdote católico Georges Lemaître? ¿Estaría en esencia en las conjeturas sobre la relatividad del judío Albert Einstein, que sirvieron de punto de partida a las investigaciones de Lemaître?). La ciencia sometida al férreo control de la Iglesia la favorece: los problemas surgen cuando los científicos van por libre (¿sabría el joven Darwin la que armaría con sus publicaciones cuando embarcó con 22 años en el HMS Beagle dispuesto a recorrer mundo? ¿Por qué el cristianismo prefiere a)no mojarse b)hurgar en cada resquicio para arañar algo del prestigio de la teoría -me refiero a los defensores del diseño inteligente, o c) convertirla en anatema? ).
Conclusiones sobre mí misma hasta ahora: la religión determina la visión del mundo de las personas (visión necesariamente acomodaticia, laxa, o sería imposible el diálogo interconfesional): en ese sentido, sí sería católica; pero, dado que no creo en dios (otra cuestión es la necesidad de espiritualidad, a la que me referiré en la próxima entrada), ¿no traiciono el pilar mismo sobre el que descansa todo el entramado del catolicismo? ¿No estoy negando el sentido mismo a la religión, que pretende acercar a los fieles el conocimiento de la divinidad? ¿Deberíamos establecer una distinción entre el catolicismo como sistema de organización social y la religión católica?
Mañana (o cuando sea) más.

Tuesday, December 11, 2007

Pero si me dan a elegir de entre todas las vidas, yo escojo...

Podría despotricar durante veinte líneas sobre la propuesta de un grupo afín al Partido Popular que, ante los malos resultados de los estudiantes españoles reflejados en el informe PRISA, aboga por eliminar la obligatoriedad de la enseñanza secundaria en el caso de los inmigrantes, que accederían de forma directa a módulos de formación profesional ("¡Mostrémosles cuál es su lugar y cuando se rebelen, de vuelta a su país!"... Mis dotes proféticas empiezan a asustarme). Podría lamentarme del modo en que las administraciones socialistas y populares han lidiado con la eduación en estas dos últimas décadas: los primeros, proponiendo una inmediata reforma radical y a gran escala cuya implantación debería haberse planteado a años vista, dando un margen razonable a los profesores para adaptarse a los nuevos contenidos y metodología; Aznar y sus sucesivos ministros de educación optando por favorecer la educación privada y concertada en el momento en que el sistema público necesitaba una importantísima inyección de fondos para consolidar la reforma; este gobierno limitándose a tímidos remiendos y mirando con disimulo hacia otro lado... Podría.
Os voy a confesar, sin embargo, para que no penséis que el título lo he escrito en mero arranque de nostalgia sabinista, que entre las vidas que como mujer hubiera podido vivir, me llama la de monja aspirante a abadesa a principios del siglo XVI.
De la Taxa Camarae del papa León X (1513- 1521) (las bulas que despertaron las iras de Lutero),
Artículo Cuarto. La religiosa que quisiera alcanzar la dignidad de abadesa después de haberse entregado a varios hombres simultánea o sucesivamente, ya dentro, ya fuera de su convento, pagará 131 libras, 15 sueldos.

Wednesday, December 05, 2007

La vida secreta de las gallinas

Una mesa, unas sillas. Sobre la mesa, dos tazas de las que cuelga el hilo con la etiqueta de una infusión, un vaso de agua, bolígrafos y lápices, hojas sueltas. Dos chicas y un chico con la vista fija en sus respectivas hojas. Una golpea la hoja con el lápiz, la otra apoya la cabeza sobre la mano, el codo lánguido sobre la mesa. El chico dibuja. Suena de repente el tono chillón de un móvil.

A. Se acabó el tiempo. Bien, palabras con "h". ¿Muertos célebres con "h"?
B. Paso.
C. Ni idea.
A. Hemingway, Ernest.
C. Y Humphrey Bogart, qué mal. Tres minutos y se me ocurre ahora.
A. ¿Flores?
B. Hortensia.
A. Lo mismo.
C. Ah... ¿Heliotropo? No estoy segura de que sea una flor. ¿Os suena?
(A y B intercambian miradas)
A. ¿Podría ser "girasol"? Por lo de "helio", sol, y "tropos", lugar...
C. Podría, podría. No recuerdo dónde lo vi, o leí.
(B ha retomado mientras tanto su actividad, ajeno a la conversación de A y C. C se inclina para echar un vistazo a la hoja).
C. Me gusta este.
B. ¿Cuál?
C. El de la gallina.
B. Mm... ¿Gallina?
C. ¿Esto no son plumas?
B. De acuerdo, es una gallina (añadiendo pequeños detalles a su dibujo, con una precisión rayana en la ternura). Yo diría que la están sodomizando.
(Para la comprensión de esta breve pieza, ruego a los lectores que visiten el blog de Shady Blond Guy, cuyo link aparece a la derecha de sus pantallas bajo el epígrafe "The Circle", para echar un rápido vistazo al dibujo de B. ; si a un director muy desesperado se le ocurriese llevar a escena "La vida secreta de las gallinas", tal vez podría proyectar la imagen unos quince segundos en una pantalla en blanco situada detrás de los actores).
C. ¿Sodomizando! (La actriz pronuncia a la leonesa; comienza con una tímida interrogación para remarcar con claridad la escandalizada exclamación final)
B. (Mirándola extrañado). Sí, sodomizando. ¿Ves? Ahí tienes las cadenas, el collar...
(Los ojos de C. , como platos, se posan alternativamente en el dibujo y la cara de B. Abre la boca, extiende las manos como si fuese a formular una pregunta. Entonces suena su móvil, mantiene una breve conversación).
C. Era R. Lleva cinco minutos esperándome frente al Slálom.
A. ¿Te vas, entonces?
C. (Recogiendo su abrigo). Corriendo.
B. ¿Qué hora es?
A. Las nueve y veinte.
B. ¿Ya? (Se levanta, se estira). Creo que me voy también.
A. (Recogiendo las tazas) ¿Qué vais a hacer con los dibujos? ¿Los tiro?
B. No, no. Me llevo el mío de la gallina sodomizada.
(A y C intercambian miradas).
A. ¿La gallina qué?
B. (Con toda la naturalidad del mundo e inocencia en cada uno de sus gestos) Sodomizada.
(A observa con atención el dibujo de B. Nuevo intercambio de miradas entre las chicas).
C. B., ¿tú sabes lo que es la sodomía?
B. Sí, por supuesto. Esa práctica sexual en que uno se deja dominar por el otro, ya sabéis, látigos, cuero negro... De ahí las cadenas de la gallina.
(A se sienta. C se quita el abrigo)
C. Verás, tenemos algo que explicarte.
A. Sí, no vaya a ser que te dé por experimentar un día y pidas que te sodomicen.
C. Cierto.
A. Verás, en la Biblia se menciona la ciudad de Sodoma, en que...
(Sube el volumen de una pieza de música clásica, animada, casi juguetona. A y C gesticulan, B se sienta a escucharlas. Cae el telón).