Monday, November 22, 2010

¿Cualquier tiempo pasado...?

Conocí a una persona que se propuso muy seriamente convertirse en alguien importante para mí en muy poco tiempo (lo que, dicho sea de paso, disparó todas mis alarmas; si alguien nos ha presentado en una fiesta, pensarás de primeras que soy sosa, un "cielo" -una chica dulce, tímida, con poco o nada interesante que decir-, o por el contrario, difícil, cerrada, huraña, soberbia, una listilla, o una falsa). Como decía, antes de la digresión, esta persona, además predispuesta a que yo le cayera bien, decidió saber todo de mí en un tiempo récord. Y me hizo una pregunta supuestamente original: si pudieras escoger un lugar y una época para vivir, ¿cuál elegirías y por qué?
Elegiría, le respondí yo (una trata de ser educada, aunque su lenguaje gestual indique "Vete por donde has venido"), Inglaterra en la época victoriana. Sería no una esposa, ni una obrera esclavizada en una fábrica, ni una sirvienta, ni una prostituta (que eran los roles más comunes de la mujer entonces), sino una escritora, soltera por convicción, dedicada a socavar los cimientos de la hipócrita sociedad inglesa. Contemplaría con enorme esperanza los progresos tecnológicos de mis semejantes y los nuevos modelos políticos que crecían al calor de unos trabajadores que empezaban a ser conscientes de sus derechos.
Supongo que no podemos evitarlo. Tendemos a idealizar el pasado (yo no querría ser una esposa sufriente, ni una obrera con las manos destrozadas, ni una mujer enferma de sífilis) y lo despojamos de sus aspectos más ajenos, extraños e incomprensibles. Por eso resulta curioso (y muy revelador), a veces, comparar una situación en dos épocas alejadas entre sí. Por ejemplo, una experiencia tan humana y prosaica como proponer una relación sexual hoy y en el siglo XVII. Hoy día, puede reducirse a un mensaje de texto más o menos explícito y más o menos ñoño. Ejemplo cualquiera: "Cari (ñoño), sta noch tema (explícito... Kind of)?". Damos tantísimo por hecho: que ambos son responsables de sus actos, que existe una relación de igualdad (¿ha sido un chico o una chica el que ha enviado el mensaje?), que el sexo se concibe como un acto natural no censurado por ningún absurdo código de honor, desde luego no como un medio que justifica el fin único y loable de la reproducción.
Comienzos del siglo XVII. Una joven, el orgullo de su padre, que espera desposarla con algún noble del círculo del rey Jacobo, lee la biblia a la luz de las velas. El ama cose en silencio a su lado, sin percatarse de que la joven esconde un pliego entre las páginas de su pequeña biblia blanca, un pliego que esa misma mañana el poeta John Donne (el terror de las nenas de la corte del rey Jacobo I) ha deslizado en su bolsillo. La joven lee y se sonroja.

Observa esta pulga y dime si
acaso no es insignificante lo que me niegas;
me picó a mi primero, y ahora te pica a ti,
y en esta pulga nuestras sangres se mezclan.
Tú sabes que esto no puede tacharse
de crimen, ni falta, ni de pérdida de doncellez;
Y con todo disfruta antes de lamentarse,
y, satisfecha, se hincha con sangre hecha una,
y esto, ¡así es!, es más de lo que nosotros nunca haremos.
Oh, detente, y perdonando a la pulga salva tres vidas,
en ella estamos casi más unidos que por el matrimonio.
Esta pulga eres tú y soy yo, y es este
nuestro tálamo, y el templo de nuestras nupcias.
Aunque los padres se opongan, y también tú, nos hemos unido,
y nos hemos refugiado entre estas paredes de azabache.
Aunque la costumbre te conceda el derecho a matarme,
no añadamos a este crimen el suicidio,
y el sacrilegio, tres pecados al acabar con tres vidas.
De forma cruel y rápida, ¿se ha manchado tu uña
con la sangre púrpura de la inocencia?
¿De qué podías acusar a esta pulga,
además de haberte chupado una gota de sangre?
Con satisfacción, dices que ni a ti ni a mí nos ha afectado,
Y es cierto; date cuenta entonces de cuán insignificantes son nuestros miedos,
y no más honor perderás cuando te entregues a mí,
que vida perdiste cuando mataste a la pulga.

El honor. El deber. El pecado. La virginidad. La sumisión. Y, no menos importante, la falta de higiene. El contraste es abrumador y debemos sentirnos agradecidos por vivir en una época en que basta con un sms para concertar una cita amorosa. Y aun así, ¿cómo no admirar el ingenio de Donne? Si se salió o no con la suya, la historia no lo cuenta. One wonders...

Por simple curiosidad, ¿durante qué época histórica (y lugar) os gustaría vivir y por qué? Pregunta abierta a amigos, blogueros, anónimos y posibles lectores en la sombra.

Tuesday, November 16, 2010

Mi padre y los cerebritos

(Nota aclaratoria: esta entrada os resultará difícil de entender si nunca habéis visto la sitcom "The Big Bang Theory", de la CBS).

(Nota aclaratoria II: ¿qué tendrá el otoño, oh, qué tendrá, que nos pone blanditos (y depresivos)?).



Me quejo. Me quejo mucho. Lo sabéis, me conocéis personalmente (todos los que leéis este blog) y lo lleváis con resignación y elegancia, porque, aunque me sorprenda a veces, queréis seguir compartiendo mis altis. Y llevo unos meses quejándome sin descanso de mi situación, por lo que hoy querría escribir sobre los aspectos menos desagradables de esta larga inactividad pseudo-impuesta: uno, duermo mucho -mucho, muchísimo. Calculo que debí compensar los desvelos de las oposiciones allá por octubre, pero sigo durmiendo hasta bien entrada la mañana (quizá mi cuerpo intuya que se aproximan madrugones y sea su manera de insinuarme cuánto voy a echar de menos poder quedarme en la cama hasta pasadas las diez). Dos, leo mucho -mucho, muchísimo. Leo por placer, por supuesto. Hasta que se me cansa la vista y me doy cuenta de que son las seis de la tarde y apenas queda luz. Hasta que dejo caer el libro a mi lado sobre la cama, mantas revueltas, gafas resbalando milímetro a milímetro por el arco de la nariz y lámpara encendida, que mi hermano se encarga de apagar entre molesto y divertido. Tres, paso mucho tiempo con mi padre. Nunca ha sido una figura ausente, desde luego distó mucho de parecerse al padre arquetípico de las películas de los US of A ("Te prometo, V, que no volveré a perderme ninguno de tus partidos de la liga infantil de béisbol"), y no teníamos una mala relación, pero estos meses los dos hemos disfrutado de nuestra compañía sin el aura de obligatoriedad asociada a las costumbres (comidas de domingo, visitas a familiares, etc).

"The Big Bang Theory" tiene diálogos brillantes, actores cómicos por encima de la media y sin duda es de lo mejor que ofrece la televisión en España a día de hoy. Aunque no es mi serie favorita, I must confess. La he seguido, sí, y sentarme en el sofá protegiendo con mi vida el mando de la televisión a eso de las cinco se convirtió en mi peculiar ritual veraniego (un verano que se alargó hasta bien entrado el otoño). Prefería verla sola por el tema del doblaje, aunque muchas tardes mi padre, medio dormido después de la siesta/visionado del documental de la 2, me acompañaba. Yo suponía que no prestaba mucha atención a "la serie de los cerebritos", como él la llama.
En ese capítulo, un flashback nos retrotrajo a unos seis años antes del comienzo de la serie. Me reí con los gags y me reí con la trama, con mi padre sonriendo a mi lado y yo, que había asumido que la serie no le hacía demasiada gracia, sintiéndome culpable por monopolizar la televisión. Entonces ocurrió. Hacia el final del capítulo, mi padre exclamó:

- Aaaah, así que ASÍ FUE como se averió el ascensor.

Creo que nunca me había sentido más cerca de él.

Friday, November 05, 2010

Altibajos

Porque hay mañanas en que camino ocho kilómetros
y otras en las que me quedaría durmiendo hasta que pasase un año.
Porque en ocasiones soy tan egoísta que cuesta reconocerme
y otras me doy a los demás como si esta fuera mi verdadera naturaleza.
Porque el mundo es viejo y seguirá girando sin nosotros
pero cada día es un descubrimiento que vale la pena no perderse.
Porque a veces estoy tan sola que grito y nadie me escucha
y otras me encuentro en mi elemento rodeada de gente.
Porque hay días en que un sándwich me llena
y semanas en que como y como y siempre tengo hambre.
Porque no te entiendo, y no me entiendes
pero a veces hablamos sin mover los labios.
Porque las noticias se repiten en los telediarios
y entonces se produce un mínimo cambio que nos llena de esperanza.

Porque a veces estoy tan arriba que no me alcanzáis (las menos),
y a veces estoy tan abajo que no dejo que me levantéis.
"But if you can't handle at my worst, then you sure as hell don't deserve me at my best"
Porque si no puedes con mis bajos, entonces, joder, no mereces compartir mis altis.

La cita es de Marilyn Monroe.