Pereza indolente un domingo de la mañana. Espejismo de verano en una ciudad del norte. En tu blog comentabas no hace mucho las similitudes entre eslovacos y japoneses: yo he encontrado una entre leoneses y británicos, quienes, en cuanto notan, agradecidos, que el sol les calienta la espalda durante veinte minutos seguidos, se despojan con gesto de prestidigitador de sus ropas de abrigo (me he asomado antes a la calle y he visto a una niña con un vestido blanco de manga corta y un flash de fresa en la mano, a jubilados con polos de colores y señoras con blusas de lino; una tarde, a principios de marzo, el invierno nos concedió una tregua y me crucé con varios universitarios en camiseta y pantalón corto... Una cosa no quita la otra, eso sí, y ningún leonés que se precie renuncia a sacar la chaquetina de paseo bajo el brazo). Me estiro y noto cómo crujen los huesecillos de la espalda y el cuello. Recojo "Alias Grace", de Margaret Atwood, que ayer dejé caer medio en sueños al suelo. Hablando de sueños, sonrío al recordar que esta noche he visitado a L. en su casa de Túnez (L., don´t know why, vivía en realidad en un piso diminuto que recordaba más a la guarida bohemia de un escritor del Barrio Latino en París que a su casita frente al mar). Abro la ventana de mi habitación. Todavía huele al incienso que encendí ayer. Dejo la puerta abierta, pongo la música a un volumen quizá excesivo (ventajas de quedarme sola el fin de semana... A todo esto, en el piso sigo bien aunque no puedo evitar echar de menos a mis compañeras del año en que me mudé aquí). El miércoles coloqué en la estantería los libros de la tesis, que pretendo retomar pasado el break de las oposiciones. Me sorprendió comprobar la cantidad de tiempo y trabajo que le he dedicado en realidad; también me angustia un poco la perspectiva de todo lo que me queda por delante, aunque gracias a otras doctorandas que conocí en Edimburgo descubrí que las crisis forman parte del proceso de escritura. El congreso me sirvió además para poner por escrito lo que creo que forma el core (mmmm... ¿epicentro?) de mi tesis. Desquiciante, ahora que lo pienso, tratar de demostrar una hipótesis cuando partes de su conclusión (el profesor de Lógica y Filosofía del Lenguaje estaría tan orgulloso de mí ahora mismo...).
Respecto al trepa: tampoco sé gran cosa de él. Trabaja en traducción. Me saluda con una sacudida de cabeza en el departamento si estoy sola o con otros becarios, efusivamente y con aire paternalista si me encuentra con un profesor o catedrático (excepto S., quien, al parecer, cortó en seco todo intento por parte de este chico de que su relación fuese más allá de lo estrictamente correcto), y, si nos cruzamos por la calle, evita mi mirada. Cuida su aspecto. Y sospecho que, para que su poder no se debilite, durante puentes y vacaciones tiene que enterrar su ataúd en tierra procedente de la universidad.
2 years ago